Tiempos de crisis: la muerte
- Bitágora
- 9 ago 2020
- 4 Min. de lectura
"La muerte, temida como el más horrible de los males, no es, en realidad, nada, pues mientras nosotros somos, la muerte no es, y cuando esta llega, nosotros no somos" -Epicuro-

El hombre vivo, creyente o no creyente, en su conciencia de ser un muerto en prórroga, no escapa a la tentación de intentar pensar en la muerte: en su muerte. La prensa, la televisión, el teatro, la novela, el cine no traen más que noticias o imágenes de muerte: guerra civil, genocidio, terrorismo, invasiones brutales, tragedias del aire o de la carretera. ¿Por qué tantas vidas reducidas o segadas en el mismo momento en que iban a fructificar? ¿Por qué tantas enfermedades mortales y no merecidas? ¿Por qué la humanidad, a pesar de sus progresos y de sus técnicas, vuelve a caer en las mismas injusticias, en los mismos crímenes? Esta amenaza de la muerte, como presencia brutal y “puntual”, engendra una psicosis planetaria.
Cabe, dada la coyuntura o el statu quo actual, analizar la muerte bajo ciertas interrogantes: ¿qué es? ¿Tiene algún sentido verdadero para el hombre? ¿Deberíamos temerle? Uno de los mayores problemas actuales yace en la cantidad de personas que mueren día a día a causa del COVID-19. Esto es un problema, porque tenemos una concepción estigmatizada de la muerte: es “algo” malo para nosotros. Sin embargo, ¿realmente es “algo” malo?
¿Qué es la muerte? La muerte ha sido entendida como el cese de lo que llamamos vida; sin embargo, ¿realmente es eso? Pues, depende de qué concibamos por vida, es decir, algunos confunden el hecho de existir con el de vivir. Aunque aparentemente sean lo mismo, no lo son, puesto que la existencia implica un concepto más amplio y trascendental que lo que se conoce por vida; por ejemplo, los que creen en Dios, consideran que después de la muerte se sigue un proceso en el que el hombre es juzgado por sus actos: no deja de existir. Cabe señalar, realizadas estas matizaciones, qué es la muerte. La muerte es un fenómeno que acontece en la existencia del hombre (solo me enfocaré en el hombre). Es un fenómeno, porque se manifiesta y acontece en la existencia del hombre, porque no es posible que no exista en el mismo momento en el que muere, puesto que el morir refiere a “algo” o “alguien”: la muerte es muerte de alguien, y ser “algo” no es otra que ser, es decir, existir.
Lo anterior nos lleva a otra pregunta: ¿la muerte tiene algún sentido verdadero para el hombre? Es posible que algunos digan que no, puesto que, si dejamos de existir, no tendría sentido alguno el haber hecho esto o aquello, porque es como si no lo hubiéramos hecho, ya que dejamos de existir; sin embargo, cabe señalar que el hombre sabe que va a morir y tiene miedo, por lo cual este miedo le provoca una angustia latente que solo cesa el día de su muerte. La angustia, a causa del miedo a la muerte, es fundamental en la vida del hombre, puesto que sabe que cada elección que toma le otorga un alto grado de responsabilidad, ya que una mala elección puede desembocar en su muerte. A partir de ello puede valorar la vida: su vida, puesto que él escoge esto o aquello y nadie más: la elección es valiosa, porque es suya. En conclusión, el miedo a la muerte le otorga valor a la vida de cada hombre particular, puesto que no puede poseer ningún valor aquello de lo que no se está falto en ningún sentido; por lo tanto, dado que el miedo a la muerte no es la muerte, el sentido o el valor que posee la vida recae únicamente en la percepción de cada individuo en torno a esta.
¿Deberíamos temerle a la muerte? Desde épocas remotas, el hombre ha creado ideas consoladoras de la muerte, porque no quiere morir; sin embargo, no puede dar razón de estas, puesto que solo se puede dar razón de lo que se conoce, pero “la muerte no muestra nada” o “pensar en la muerte es la posibilidad de las imposibilidades”; verbigracia, tenemos dos formas o medios para conocer “algo”: la experiencia y la razón pura, que no nos permiten conocer la muerte como tal.
Por un lado, no es posible conocer la muerte por medio de la experiencia, porque la experiencia es individual o no comunicable y solo se muere una vez; a modo de ilustración, por definición, la experiencia se origina a partir de un cúmulo de recuerdos de una misma situación o asunto; sin embargo, solo se muere una vez, por lo cual no es posible tal conocimiento.
Por otro lado, la razón pura solo nos muestra el cese de lo que llamamos vida, pero nada más; es decir, al igual que la idea matemática del infinito solo nos muestra el sinfín de entes matemáticos originarios, la idea de la muerte solo nos refiere al cese de algo; por ejemplo, si se tratara de un intervalo semi acotado, la muerte podría ser entendida como el extremo acotado. Por ello, “la muerte es la visión sin horizonte alguno” o nos enfrenta ante la nada.
Por lo tanto, no deberíamos temerle, porque no es cognoscible para nosotros; es decir, para temerle a “algo” se requiere a priori conocer qué es ese “algo”. Sin embargo, lo único que nos parece conocer de la muerte es que es el fin de lo que llamamos vida. Aquello no nos permite, sino temerle únicamente a lo indeterminado, puesto que podemos morir en cualquier momento y no sabemos qué sucederá después. Ello se traduce, como he mencionado anteriormente, en la angustia por lo azaroso, por lo cual el “miedo a la muerte” no es, sino el miedo a lo indeterminado o lo desconocido. Además ¿acaso lo desconocido no constituye también la vida? Por lo cual, ¿temerle a la muerte no sería, sino temerle a la vida también?
"La muerte, temida como el más horrible de los males, no es, en realidad, nada, pues mientras nosotros somos, la muerte no es, y cuando esta llega, nosotros no somos" -Epicuro-
Gabriel Trinidad
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