¿Segregacionismo en el siglo XXI?
- Bitágora
- 8 mar 2021
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Aun cuando desde las distintas ramas de las humanidades busque erradicarse, bien ameritaría decir que la discriminación es inextricable a nuestra manifestación existencial en el mundo.

La discriminación, en sentido estricto, es una derivación natural de nuestro modo de recrear la realidad bajo nuestra comprensión; dicho de otro modo, naturalmente los hombres poseen la capacidad de diferenciar las cosas, la cual los condena, por así decirlo, a valorar unas sobre otras: ello no se traduce, sino en la discriminación o diferenciación valorativa, lo que es lo mismo. Por esta razón, aun cuando desde las distintas ramas de las humanidades busque erradicarse, bien ameritaría decir que la discriminación es inextricable a nuestra manifestación existencial en el mundo. Cabe aclarar, en aras de evitar ser malinterpretado, que esto no quiere decir que sea adecuado quitarles ciertos derechos a algunas personas. De hecho, lo que propugnan las organizaciones que están en contra de la discriminación, pero alineadas a la realidad, es que no debe aparecer en algunos ámbitos en vista de su evitabilidad: el ámbito jurídico es un claro ejemplo. Al fin y al cabo, los derechos y sus realizaciones, concreciones reales, dependen únicamente de la capacidad instrumental del hombre.
Dicho ello, parece muy interesante el tema de la discriminación en sí mismo, pero creo que sería conveniente mencionar aquella que, a mi parecer, es la ideología que representa en gran medida los cimientos ideológicos de la mentalidad del hombre actual: el segregacionismo. Para comenzar, la palabra “segregar” tiene muchas acepciones, pero la que me interesa resaltar, respecto a mi propósito, es “separar”. Entonces, ¿qué es el segregacionismo? El segregacionismo es una ideología que plantea la separación de grupos de personas por motivos raciales, culturales, sociales, etc., cabe señalar que los motivos pueden ir en conjunto o unilateralmente, mantienen su independencia, con tal que se busque la separación directa o indirecta. Ahora bien, la historia de esta ideología no se remonta a este siglo, pues, por poner un ejemplo, en Estados Unidos existían áreas de la ciudad denominadas “guetos”, alrededor del siglo XX, en las que vivían las personas de piel oscura, debido a que no podían vivir en otras partes. Por no solo hablar solo de Norteamérica, otro ejemplo similar es el de los guetos nazis en los que se pretendía aislar a los llamados “judíos”, dado que eran considerados indignos de ser llamados propiamente “alemanes” bajo la concepción hitleriana del volk o pueblo alemán. Explicado lo anterior, está más que claro que no es originaria esta ideología del mundo contemporáneo; no obstante, señalé que es una corriente de pensamiento manifiesta en el siglo XXI, quizá la que predomina en las múltiples mentalidades existentes, por muy buenas razones que he de mencionar a continuación a fin de no ser categorizado, cual sofista, como aquella persona que se desentiende de los lindes de la verdad asumiendo que lo importante, a la postre, es el “cómo” y no el “qué”.
Es más que obvio que las personas de ahora tienen metas y objetivos que, aun cuando no lo parezca, terminan por separar los grupos humanos de otros por sus características; según se cree, naturales a veces. Ahora parece anticuado y absurdo discriminar a las personas por motivos raciales, pero... ¿qué hay acerca de los culturales o sociales?, ¿acaso ya no es tan absurdo? De hecho, parece ser que no, ya que las personas desean ser de una manera o de muchas, pero no de otras y no solo ello, sino que tampoco buscan rodearse de personas que sean del modo no deseado. Desde el primer momento en el que en la escuela los niños escuchan cosas como “no te juntes con ellos, no son buenas juntas” o “tienes que tener estudios para no ser como tal o cual persona”, el hombre adulto en potencia crece con arquetipos valorativos y segregacionistas de la sociedad, y de los que la comprenden. Es por ello que, sin darse cuenta, las personas viven y recrean modelos segregacionistas del siglo XVIII, XIX y XX, pero traducidos a nuestra temporalidad: con algo más de “tacto”. A saber, se busca la separación de grupos humanos, solo que de modo indirecto mayormente. Ya no se obliga a las personas a vivir en una zona determinada de la ciudad, pero se utiliza la palabra “clase”, y muchas otras, para decirles que merecen o no vivir en un área particular de la ciudad, así que, en definitiva, se mantiene una actitud segregacionista en la actualidad. Sería bueno preguntarles a las personas si les gustaría vivir cerca de los que consideran indeseables y escuchar qué responden: de ahí que tengan lugar palabras como marginal, ignorante, inculto, campesino, cholo, etc. En este punto uno puede preguntarse, ¿qué diferencias existen entre la discriminación y el segregacionismo? Bueno, para ponerlo de un modo sencillo, uno puede, y lo hace, valorar una forma de vestir sobre otra o una nacionalidad sobre otra, lo cual no presupone que exista el deseo de aislar a todas las personas que vistan de tal modo y las que sean de la nación no electa del grupo al que pertenecemos, presuntamente idóneo: una actitud segregacionista presupone dicho deseo; como dije, la separación. Otro aspecto humano en el que se evidencia una actitud segregacionista es en el ámbito laboral: el exitoso debe alejarse del “fracasado”; supuestamente, tiene sentido y no es moralmente incorrecta por la meritocracia. Es decir, uno es responsable realmente de lo que es y, por tanto, tiene lugar hacer suya la responsabilidad al “fracasado” y lo que le acontece. De modo que, con la economía “libertaria” que se maneja, es segregado del éxito y progreso, y con ello de la sociedad: aquel representa el arquetipo antagónico del hombre del siglo XXI. Ahora bien, a modo de ilustración, manteniendo la misma lógica, no es del todo malo segregar, pues creo que todos o la mayoría de personas estarían de acuerdo con segregar a los presos por sus delitos de la sociedad ordinaria, al menos lo que dure su condena, así que con ello pretendo señalar que solo en cierta medida es condenable el segregacionismo: también tiene su parte positiva, como en este caso. Pienso que, a pesar de todos los esfuerzos que puedan emplearse para ir contra la segregación de personas, el hombre nunca podrá librarse de esta actitud.
Los ejemplos anteriores son más que suficientes para evidenciar que el segregacionismo forma parte de la mentalidad colectiva de la sociedad; sin embargo, y esto hay que tener en cuenta, la pregunta importante no es si hay o no una actitud segregacionista en la sociedad actual, porque la hay, sino qué intensifican su manifestarse negativo. Me temo que no he de poder responder en este artículo a dicha interrogante, pero por el momento comentaré que las corrientes de pensamiento que incentivan el individualismo y el consumismo o libertarismo sin control vuelcan sobre las múltiples mentes tendencias como el descartismo, lo cual explicaría la propensión del hombre moderno para deshacerse de las personas, en aras de sobreponer el “yo” sobre los otros, como si se trataran de objetos desechables. En fin, supongo que tendré que volver sobre este asunto en algún otro momento.
Gabriel Trinidad.
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