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Somos libres, seámoslo siempre

  • Foto del escritor: Bitágora
    Bitágora
  • 30 jul 2020
  • 4 Min. de lectura

Tal como lo afirma Hildebrant, ser peruano es más que construir los cimientos de nuestra nación en la gastronomía, la ilusión futbolista y pensar que somos superiores a otros países sabiendo que ello no es así; además, seguimos a la víspera, desde hace 199 años, de esperar ser un país grande, que está cerca de la justicia, que toca la con la mano la madurez de la templanza.

“Mi país, ahora lo comprendo, es amargo y dulce; mi país es una intensa pasión, un triste piélago, un incansable manantial de razas y mitos que fermentan; mi país es un hecho de espinas, de caricias, de fieras, de muchedumbres quejumbrosas y alta sobre heladas; mi país es un corazón clavado a martillazos, un bosque impenetrable donde la luz se precipita desde las copas de los árboles y las montañas inertes”- Sebastián Salazar Bondi

Esta semana, se caracteriza por celebrar un acontecimiento histórico en lo que concierne a nuestro país y, seguramente, el más importante: La Independencia de nuestra República. La cual considero que se da en 1824, dicho sea de paso, debido a que el 9 de diciembre de dicho año se libra la batalla de Ayacucho, la cual fue el último gran enfrentamiento dentro de las campañas terrestres de las guerras de independencia hispanoamericanas y significó el final definitivo del dominio administrativo español en América del Sur. Pero, en pleno siglo XXI, a puertas del bicentenario de esta, ¿qué libertad celebramos?, ¿el hecho de vivir bajo el dominio de una abundancia de corrupción?, ¿el miedo a nuestra libre expresión?, ¿vivir bajo la predominancia de la discriminación?, ¿la deficiencia de los sistemas de servicios básicos, tales como la educación y la salud? Son interrogantes que con mucha facilidad se puede responder, siempre y cuando esta se asocie a nuestra realidad. Una realidad muy triste, ya que el Perú siempre se vio en este tipo de deficiencias, las cuales, a pesar de los diversos esfuerzos, nunca cesarán y se han vuelto parte de nuestra cultura.

La inestabilidad política y social, la ingobernabilidad, la amenazada soberanía, el autoritarismo y la incipiente democracia, las que en el tiempo actual cobran una significativa relevancia, tienen su origen paralelo al nacimiento del Estado peruano autónomo, ya que la independencia es una coyuntura histórica de la que se derivan algunos de los principales problemas del Perú republicano. Así, han pasado ciento noventa y nueve años de la fecha en que San Martín proclamó la independencia y el congreso constituyente eligió a la república como forma de gobierno y, sin embargo, las dificultades en el presente parecen ser idénticas. Asimismo, cabe resaltar que el 28 de Julio sirve para legitimar el sistema político contemporáneo, puesto que es la base del estado de cosas en donde nos movemos.

La historia que todos conocemos es “historia oficial”, transmitida por el Estado a través de las asignaturas de historia en los colegios, las conmemoraciones y días festivos plasmado en el calendario cívico, los filmes y la televisión, la numismática, los monumentos, el nombre de calles, parques, plazas y avenidas. Es historia que busca la creación de conciencia colectiva en concordancia con los ideales nacionales. Pretende ser una visión de consenso, aceptada por todos, pese a las diferencias de clase y de filiación regional. Esta historia divulgada en los textos escolares es una historia oficial, es un hecho más político que científico; por tanto, es necesariamente partidario y subjetivo. El pasado es manipulado en función de las exigencias del momento, en donde lo más importante es la valoración de los hechos y héroes, próceres e ideólogos, así se deje de lado la verdad de los acontecimientos históricos. La historia tradicional quiere lograr una total armonía social, sin que para ello importe que se logre mediante la alienación. Historia impuesta y difundida por la clase social dominante. Por otro lado, tenemos a una historia crítica que llamaremos no tradicional. En comparación con la historia oficial, que llega a un público más amplio, la no tradicional tiene un espacio de circulación muy limitado. Esto se explica por ser una historia que no comparte las ideas ni las tesis de la historia oficial. No intenta fundar, inapropiadamente, las bases históricas de la nacionalidad, ni mucho menos, impedir la crítica histórica de los problemas del presente.

En mi opinión, considero que, en el Perú, esta festividad tiene la finalidad de hacernos creer que nuestra imaginada nación, de la cual excluimos a las minorías, vive en una armoniosa dicha de creer que somos un país unificado, cuando la historia refuta dicha tesis. Tal como lo afirma Hildebrant, ser peruano es más que construir los cimientos de nuestra nación en la gastronomía, la ilusión futbolista y pensar que somos superiores a otros países sabiendo que ello no es así; además, seguimos a la víspera, desde hace 199 años, de esperar ser un país grande, que está cerca de la justicia, que toca la con la mano la madurez de la templanza. Lo dijo González Prada: “la generación que se levanta es siempre acusadora y juez con la que desciende”. En fin, ¡Felices Fiestas Patrias!


Ernesto de Lima.

 
 
 

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