Siglo XXI: ¿una generación de cristal?
- Bitágora
- 29 nov 2020
- 3 Min. de lectura
Esta generación parece ser la luz que yace al final del túnel y de la cual ha de esperar lo mejor.

Es normal que ante la crispación juvenil, provocada por los diversos sucesos acontecidos en el Perú, muchos piensen que se trata más bien de una clase de capricho infundado. He aquí que muchos aduzcan que las protestas esgrimidas por los jóvenes son, principalmente, incoherentes y propensas a recaer en una alteridad ad infinitum. Ahora bien, ¿esto es verdad? Es decir, ¿las protestas esgrimidas por los jóvenes se basan esencialmente en una clase de capricho infundado? Responder esta interrogante lo considero esencial dado que, entre las muchas maneras de invalidar las protestas juveniles, la principal, según parece, consiste en vincular el predicado de estos con una presunta naturaleza infantil. Con esto me refiero a que, en pocas palabras, se piensa muchas veces que los jóvenes se ofenden de “todo” y, por tanto, toda manifestación de indignación suya es solo un capricho o falta de resiliencia absoluta.
¿Por qué se piensa que las protestas juveniles solo son caprichosas? Según pienso, por la poderosa fuerza de la costumbre dada por el proceso de socialización que le atañe a todo individuo. Para ponerlo de un modo sencillo, toda persona pasa por un proceso de socialización en el cual adquiere hábitos, maneras de entender el mundo, una religión tal vez y, en general, una forma de concebir al hombre y lo que lo rodea; a saber, esto implica asumir que existe un modo “correcto” de ser y, por tanto, uno incorrecto. De ahí que, una vez que se adquiere este paradigma valorativo, sumado con la fuerza de la poderosa fuerza
de la costumbre, uno se posicione frente al mundo de modo que lo ajeno a nuestra manera de pensar se suele tornar incorrecto o, a lo sumo, con menos valor; en efecto, elegir una ideología sobre otra presupone que la elegida es valorada en mayor grado sobre la que no fue elegida.
Dicho ello, a esto se debe que los pertenecientes a una generación “distinta”, también los que se han desarrollado bajo su paradigma, no logren comprender del todo lo que las nuevas generaciones plantean, las grandes apuestas y retos para la sociedad. A modo de ilustración, por ejemplo, es bien sabido que el tema de la homosexualidad carga con grandes connotaciones peyorativas por parte de quienes no han “ampliado” su manera de entender al hombre como tal, pues, como dije antes, viven con sesgos tan grandes que, por último, ni se dan cuenta que solo son sesgos; es decir, limitaciones subjetivas ante la realidad. Hace mucho tiempo, fines de los años 80, era poco común que, si algo te molestaba en términos sociopolíticos, fueras a protestar como ahora se está haciendo en el Perú. ¿Esto implica que es incorrecto manifestarse a través de la protesta? ¡De hecho, no! Tanto legal como socialmente, es adecuado mostrar nuestras inconformidades, pues, si no, no tiene ningún sentido hablar de democracia. La democracia es, pues, no solo un modo de concebir la organización política de un país, sino una forma de entender cómo ha de convivir con el otro tanto en nuestra cotidianidad inmediata como en la que no lo es; esto se traduce en tener que asumir que todos somos importantes en la sociedad y, por tanto, debemos alzar la voz para hacerla mejor.
No voy a negar que una parte significativa de todas las manifestaciones realmente parece
un sinsentido, mas ello no implica que todas lo sean. Mucho se apela al argumento del “capricho” o falta de resiliencia ad infinitum para invalidar las distintas inconformidades que manifiestan los jóvenes, por lo que, en última instancia, terminan recayendo todas ellas en una clase de baúl sin fondo, donde aun oyéndolas, nadie las atiende. Ahora bien, ¿a qué lleva esto? Simplemente a una clase de pesimismo en el que es mejor no decir nada, porque todo pronunciamiento solo denota irreflexión. ¿Eso queremos? Espero que no, porque, si por evitar ser “los que se quejan de todo” dejamos de manifestar nuestras inconformidades, el Perú nunca va a cambiar. Esta generación parece ser la luz que yace al final del túnel y de la cual ha de esperar lo mejor.
Gabriel Trinidad
Comments