Siempre haz lo correcto
- Bitágora
- 20 sept 2020
- 4 Min. de lectura
Lejos de la apreciación estética (la dirección es bastante limpia), la banda sonora, o las actuaciones, el verdadero valor otorgado por Do The Right Thing es el mensaje social. ¿Cuál o cuáles son?

Las razas, como tales, han sido motivo a lo largo de la historia de disputas, injusticias y sometimientos. Así, al día de hoy, una equidad en cuanto oportunidades y trato no ha sido lograda, por lo que continúan acaeciendo alrededor del globo cantidades ingentes de actos discriminatorios. El móvil principal es considerar ideológicamente que la supremacía de una raza sobre otra se fundamenta en la naturaleza, pero, ¿esto es posible o cierto? Somos, esencialmente, humanos; entonces, ¿por qué seguir con estas actitudes que, lejos de construir, dividen a las masas? Sin duda, representa un tema delicado. Por eso, justamente, ha de ser tocado, tratado y evaluado por todos aquellos que posean algún método de expresión. El cine lo ha logrado espectacularmente con una película: Do The Right Thing (Haz lo correcto), de 1989, dirigida por Spike Lee.
Shelton Jackson Lee, más conocido como Spike Lee, nació en Atlanta, Georgia, pero creció en las calles de Brooklyn, Nueva York, en donde se inundó de la cultura popular de una de las ciudades más grandes y desiguales socialmente del mundo. Es en un barrio de esta ciudad que transcurre la trama de Do The Right Thing- más específicamente en Bedfort Stuyvesant-, lugar que alberga una mistura racial impresionante. Cohabitan, pues, afroamericanos, latinos, coreanos e italoamericanos. Dentro de los primeros se encuentra Mookie, interpretado por el mismo Sipke Lee, un joven afroamericano sin mayores aspiraciones, con un hijo en Tina, hija de latinoamericana, y un trabajo como repartidor en la pizzería de “los italianos”. El filme procura representar fielmente un día en esta calle, el día más caluroso del verano, y a cada uno de sus integrantes. Así, está Radio Raheem, un joven que transitaba acompañado de su estéreo, de la cual emanaba música de Public Enemy; igualmente, los dueños de la pizzería: Sal- el padre-, Pino y Vito; o el viejo alcohólico llamado “Alcalde”; el coreano de la tienda de insumos; Buggie, personalmente interesado por resarcir a él y a sus “hermanos” (comunidad negra); y, además de otros, Smiley, aquejado por alguna enfermedad congénita y fanatizado por las figuras de Martin Luther King y Malcolm X. El inconveniente se va cocinando entre estos personajes, combinando todos los ingredientes y llegando al punto de ebullición en medio de un sol infernal.
Hay espacio para el amor juvenil y senil; hay espacio para la música y la diversión; sin embargo, también lo hay para los conflictos por estas y otras razones. El fundamental conecta tres sucesos por separado, que mantienen diferencias en cuanto a tiempo, pero no a espacio: la pizzería de Sal. En esta, primero, una pared de la fama plagada por italoamericanos indigna a Buggie, quien reclama espacio para afroamericanos- que son los que le dan de comer-; segundo, Radio Raheem es obligado a bajar el volumen de su música; y, finalmente, Smiley, es vapuleado verbalmente por Pino, hijo de Sal. Buggie desea orquestar un boicot, que, finalmente, es apoyado por los dos restantes. Acuden, entonces, hacia el final de la tarde, a la pizzería a formular su reclamo, lo que desencadena una pelea generalizada a la que acuden los policías para darle fin, aunque en el intento se lleven la vida de uno de los subversivos. El barrio, tocado en el sentimiento, en lugar de culpar unívocamente a la policía, acusan a Sal y sus hijos de lo ocurrido. Mookie decide iniciar la destrucción al romper las ventanas de la pizzería con un tacho de basura. Los demás lo siguen e incendian el local. La anarquía se apodera del lugar, se generan más conflictos y los afectados realmente son ellos mismos, los residentes de aquel humilde barrio en donde las diferencias raciales llegaron al extremo. Existe un observador “silencioso”: Love Daddy, de We-Love Radio, quien anuncia, al día siguiente, que tendrán un día caluroso, y que es hora de despertarse. Mookie, en medio de la destrucción absoluta, recibe el dinero que se merece.
Lejos de la apreciación estética (la dirección es bastante limpia), la banda sonora, o las actuaciones, el verdadero valor otorgado por Do The Right Thing es el mensaje social. ¿Cuál o cuáles son? Primero, la evidencia de que, tantas de las veces, los enemigos verdaderos de los oprimidos son ellos mismos, que miran al lado y buscan un culpable cerca, sin saber que es el sistema el que los perjudica y sucumbe. Segundo, la disyuntiva entre la acción violenta o no. ¿Es hacer lo correcto reaccionar de la manera en que ellos lo hicieron? ¿Cuál es la verdadera misión de la barbarización en medio de un mundo donde las ideas se plantean como la panacea? La respuesta no es clara, pero Mookie quiere decirnos algo: a veces no queda más que romperlo todo. No obstante, hacia el final se muestran dos ideas contradictorias: por un lado, Martin Luther King señala que la violencia física no es el camino; por otro, Malcolm X dice que a veces es necesaria. Queda en el espectador preguntarse “¿Qué es lo correcto?”. Particularmente me quedo con un segmento de la frase citada del primer activista señalado: “…la ley del ojo por ojo dejará a todos ciegos”. Deberemos elegir un camino, y decidir si dejar de ver lo que ocurre o hacer frente a la realidad (una realidad ecuménica, pues las distinciones y discriminación étnica racial se presenta tanto en Estados Unidos como en Perú). Luego, solo nosotros sabemos si hicimos lo acertado.
Camilo Dennis
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