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Música clásica: ¿música aburrida?

  • Foto del escritor: Bitágora
    Bitágora
  • 9 ago 2020
  • 4 Min. de lectura

La música ahora es creada para satisfacer a la enorme masa que busca entretenimiento fácil, simple. Las grandes disqueras tienen fórmulas simplísimas que se aplican a cada canción compuesta.

¿Qué es lo primero que se le viene a la mente al lector cuando escucha “música clásica”? (Nos referimos a la palabra y a la música en sí). Tal vez una escena conformada por gente embutida en trajes antiquísimos, o modernos, pero siempre con la actitud despótica y esnobista. Otro escenario podría ser el de una elegante cena, con un plato finísimo y no mucho menos el vino.

Hay casi infinitas situaciones que comparten algo en común: la distinción elitista.

Se nos ha enseñado que esta música es propia de gente intelectual, aristócrata, rica o pretenciosa. Unos prejuicios tristemente arraigados en nuestra sociedad.

Existe también aquella creencia que sostiene que la “música clásica” aburre. Que es tan difícil de entender, tan…

¿Por qué estos convencionalismos son creídos a priori?

La música académica (nombre correcto, “música clásica” designa a un periodo en específico dentro de su historia) es acaso una de las formas más bellas y complejas de manifestaciones artísticas del hombre, por lo tanto, accesible a cualquier entendimiento. Sin embargo, esta complejidad es la causante del rechazo que tiene en la mayoría de la población. Nos hemos acostumbrado a la cultura de lo fácil, a aquello que no requiere un esfuerzo mínimo para ser apreciado. Se puede decir que la música académica ha estado agonizando durante las últimas décadas, esperando el golpe de gracia que acabe definitivamente con ella.

¿Qué es lo que se consume en la actualidad? (Sí, consumir, porque la música ahora viene enlatada y empaquetada, más adelante explicaré por qué). La música popular, es decir, el rock, pop (de ahí el nombre), bachata, reggaetón, etc.

Aclaro que la música popular siempre existió, pero jamás hasta ahora poseyó la hegemonía en el concepto del arte.

Según la RAE, arte es la “actividad en la que el hombre recrea, con una finalidad estética, un aspecto de la realidad o un sentimiento en formas bellas valiéndose de la materia, la imagen o el sonido”. Entonces, ¿puede considerarse a toda música como arte?

Piensa, lector, en tu canción favorita. ¿La tienes? Perfecto. Búscala ahora en YouTube como karaoke. Como ejercicio, piensa que jamás conociste la letra y que la canción no tiene título. Céntrate exclusivamente en la música. ¿Qué te transmite?

¿Sientes lo mismo ahora que no hay un texto en el cual inspirarse? Probablemente la respuesta sea negativa. ¿Qué quiere decir? Que la música no está cumpliendo su rol fundamental. Sin la letra, el sonido es monótono e insípido, tal vez marcado insistentemente por una batería o un sintetizador. Ahora te das cuenta de que siempre estuviste influenciado por otra persona. Alguien más limitó tu capacidad de apreciación mediante el perenne texto, empequeñeciendo la gama de emociones que produce la música por sí sola.

Si la música necesita texto para ser entendida, ¿para qué está ahí?

¿Por qué crees que casi toda la música lanzada recientemente tiene video? Exacto, porque el atractivo no está en la música, sino en el espectáculo. Si vas a un concierto, tu atención está centrada en el artista como persona, y no en su arte. Por eso se acostumbra ver al cantante con una apariencia cada vez más exótica y pintoresca. Nadie puede resumir mejor dicha situación que Vargas Llosa, al llamarla “civilización del espectáculo”. La música ahora es creada para satisfacer a la enorme masa que busca entretenimiento fácil, simple. Las grandes disqueras tienen fórmulas simplísimas que se aplican a cada canción compuesta, de otro modo, ¿por qué crees que cada una tiene millones de reproducciones y ventas? Spotify y otras plataformas tienen un algoritmo que detecta las tendencias, lo que más gusta a la gente; entonces, crean más música similar. Fabrican, empacan y distribuyen. ¿Eso es arte? ¿Dónde quedó la recreación de la realidad y de los sentimientos? ¿Y dónde queda la belleza?

Claro, la belleza es relativa, dirás. Nada puede gustarle a todo el mundo. Dime, ¿piensas igual al contemplar una escultura griega, o una pintura? La manera en la que están elaboradas es bella en sí, independientemente del objeto. Hay maestría en cada pincelada, en cada forma. La música como arte funciona de igual manera. Lejos del común denominador, la composición de la música académica tiene principios, teorías y leyes establecidas, cual bases arquitectónicas, las cuales ayudan a crear una obra sin igual. Pero tú, lector, a menos que seas músico, no debes ocuparte de ella, que mi explicación te sirva como fuente de conocimiento para apreciar el trabajo dedicado, acucioso y esmerado que se presenta ante ti mediante el sonido.

Teniendo en cuenta esto, olvida la complejidad estilística de la música académica y céntrate en la complejidad expresiva que posee. No intentes descifrar lo que el compositor quiso decir, sino lo que significa para ti. Sumérgete en el vasto océano de tu mente y divaga en él, conéctate con tu lado humano y divino a la vez. Contempla lo que es capaz de crear el hombre, y sorpréndete.

No es mi intención imponer la escucha de la música académica; es una elección personal. Tampoco deseo satanizar a la música popular. Tan solo me limito a exponer brevemente mi pequeña labor investigativa, la cual espero haya sido útil.

El arte es muestra de la privilegiada civilización que poseemos. Sintámonos orgullosos de ella. Y, como reza el texto de la Fantasía Coral de Beethoven, “Aceptad, pues, almas bellas, alegremente los dones del buen arte. Cuando se unen el amor y la fuerza, el favor de los dioses al hombre recompensa”.

Emmanuel Peñaranda

 
 
 

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