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LaVoe de El Cantante sigue viva

  • Foto del escritor: Bitágora
    Bitágora
  • 4 oct 2020
  • 5 Min. de lectura

La voz de la salsa, el más grande maestro, continúa expresándose para todo aquel que lo disfruta. El Cantante no es periódico de ayer, a pesar de que el día de su suerte quizá nunca llegó.

La influencia africana en América Latina ha sido peculiarmente intensa; aspectos fundamentales de las culturas se han nutrido de esta intersección y han nacido costumbres inmarcesibles. Desde la culinaria, la vestimenta y el idioma han recibido agregados y se han compuesto con base en el mestizaje y sus consecuencias; la música, claro está, no escapa a estos caracteres. Así, hacia la década de 1940, en Cuba -país que, por aquel entonces, mantenía una estrecha relación con el gigante del norte- nació el jazz afrocubano, que combinaba elementos de la música popular de la isla con los clásicos instrumentos del jazz (saxofón, trompeta, piano, etc.). Después, con el pasar de los años y la ruptura tras la crisis de los misiles entre ambos países, fueron los puertorriqueños quienes adoptaron esta música y la nutrieron de su propia cultura, lo cual dio origen a una música que se manifiesta desde su apelativo: la salsa. Al día de hoy este género musical es ampliamente reconocido, mas, si resulta necesario referirse a una época dorada, un nombre resalta por su brillantez, el de Héctor Lavoe, sobre quien versa este artículo.

Héctor Juan Pérez Martínez, mayormente reconocido como Héctor Lavoe (LaVoz), nació en Machuelo Abajo, un pequeño barrio de Ponce, un municipio de Puerto Rico, el 30 de septiembre de 1946 en el seno de una familia humilde. Durante su infancia, la muerte de su madre le resultó un golpe bastante fuerte al igual que la de su hermano, quien había viajado a Nueva York en busca de mejores expectativas de vida. El pequeño Héctor, sin embargo, influenciado por su padre, se inmiscuyó en el mundo de la música y, a pesar del precedente de su pariente, viajó a la ciudad estadounidense antes mencionada a los 16 años. Allí, luego de una peculiar prueba (en un ensayo sugirió al cantante del grupo cómo modular la voz y se quedó con el puesto), pasó a formar parte de la New Yorker Band, un grupo de salsa de jóvenes latinoamericanos. Héctor Lavoe había nacido y su fama no demoró en surgir entre los oyentes de aquella peculiar música, que había encontrado a su talismán, aunque aún no lo sabía.

Entre los años 1967 y 1974, Héctor Lavoe transitó junto con Willie Colón, otro gran músico salsero, una travesía musical que los llevó a lo más alto del reconocimiento popular. De esta agrupación surgirían once álbumes, El Malo y Lo Mato destacan dentro de estos, grabados por el sello Fania. Con esta disquería, además, surgiría el grupo Fania All Stars, que destacó dentro de los demás por haber agrupado a los mejores cantantes y músicos latinoamericanos de salsa. Héctor Lavoe alcanzó la cumbre de su carrera en este proceso, llenando estadios, siendo El Cantante del pueblo, y decorando las profundas letras de sus canciones con aquella voz nasal y única que lo caracterizaba. Hacia 1974, Fania All Stars, y, en particular, el dúo Lavoe-Colón, no podían ir más alto; no obstante, el primer elemento de esta pareja- Lavoe- parecía poseer ciertos conflictos de conducta promovidos por las drogas y sus abusos. Estos inconvenientes llevaron a la separación del dueto, que siguió colaborando eventualmente, pero que no más como un grupo. Ahora El Cantante iba a ser uno solo, y su carrera le aguardaba más de una sorpresa.

Desde 1975 hasta su fallecimiento se consideró a Héctor Lavoe como un solista. Cantante estrella de Fania, amplió su repertorio y recorrió el planeta mostrando su talento. Su consagración había llegado y Héctor Lavoe ya era considerado el mejor salsero que se haya escuchado. Sin embargo, como suele ocurrir con los grandes artistas, existe una distancia considerable entre el genio y la persona. Lavoe no fue una excepción, y su vida personal se embebió de conflictos internos que no encontraron asidero y que seguramente llenaron de infelicidad los días del puertorriqueño. Un año fue cumbre en la recaída de su humanidad: 1987. Cuatro tragedias, precedidas por los ya conocidos abusos de sustancias, quebraron su vida y la afectaron por lo que restaba de ella. Primero, el incendio de su apartamento causado por una colilla de cigarro, ante el cual debió saltar por la ventana y no salió ileso. Segundo, el fallecimiento de su suegra a manos de un asesino en serie (esto se conocería mucho tiempo después), a quien Héctor consideraba lo suficientemente cercana para tratarla como una madre. Ambos eventos lo indujeron a internarse en una clínica de reposo y, luego de salir para dar un concierto, acaeció el fallecimiento de su padre. Aun así, eso no sería todo, sino que el detonante de su crisis fue la muerte de su hijo menor, Héctor Pérez Jr., causado por un disparo accidental. Héctor Lavoe recayó en las drogas, sus crisis nerviosas se apoderaron de su día a día y no volvió a ser el alegre personaje de antaño. Logró, pese a estas vicisitudes, sacar un álbum (Strikes Back), que fue un éxito dentro del marco de lo posible, aunque se conocía claramente el dolor de El Cantante. Este último fue agravado por enfermedades médicas: SIDA causado por una aguja infectada y diabetes, las cuales lo conducirían a un deterioro exacerbado durante los últimos años de su vida, aunque él, como siempre supo hacerlo, siguió dando conciertos para la alegría de sus fanáticos.

Finalmente, en Nueva York, ciudad donde quizá se encontró con su mejor y peor parte, Héctor Lavoe falleció el 29 de junio de 1993 a los 46 años debido a un paro cardíaco. Acto seguido acontecieron una serie de homenajes, canciones y lamentos de quienes entendían que la escena musical había perdido a uno de sus más talentosos exponentes. Había quienes, por otro lado, comprendían que tantas veces para la existencia humana, y sobre todo cuando está colapsada por el sufrimiento, es mejor darse por finalizada. Sin duda, Héctor Lavoe murió joven, pero dejó una obra que no se deja de escuchar, bailar, y reír o llorar. La voz de la salsa, el más grande maestro, continúa expresándose para todo aquel que lo disfruta. El Cantante no es periódico de ayer a pesar de que el día de su suerte quizá nunca llegó. A 74 años de su nacimiento, escucharlo y saber que algún día fue feliz es tal vez la mejor manera de recordarlo.


Todo tiene su final, nada dura para siempre,

tenemos que recordar que no existe eternidad.

Como el lindo clavel, solo quiso florecer,

y enseñarnos su belleza y marchito perecer…

Todo tiene su final- Héctor Lavoe

Camilo Dennis

 
 
 

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