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Incertidumbre

  • Foto del escritor: Bitágora
    Bitágora
  • 4 ene 2021
  • 2 Min. de lectura

Con augurios poco esperanzadores para el futuro de la patria, se encuentra este nuevo año. Una elección con un limitado menú electoral (en calidad), una farsa con la adquisición de vacunas y una creciente “segunda ola de COVID” que se avecina a un desamparado Perú dan muestra de ello.

Personajes muy reconocibles en el campo de las humanidades, como el ya desaparecido Norbert Elias, postulan que la humanidad ha perdido la esperanza. Consideran que se pasó de la denominada utopía-sueño, que en teoría vislumbraría un futuro mejor, a una utopía-pesadilla, la cual responde a las poco esperanzadoras y, al mismo tiempo, aterradoras percepciones humanas sobre el futuro. La terrible plaga que asoló al planeta desde finales de 2019 no hizo más que revalidar la postura de la experticia de las ciencias humanas. La resaca de ver al mundo desplomarse a causa del COVID no puede ser para menos. En el caso peruano, como puede ser el caso de más de un país de la región, se puede considerar que el imaginario desesperanzador se agudizó con la crisis sanitaria.


Se menciona la agudización del fenómeno porque en el Perú, se constata que la sensación de desesperanza masiva estaba instaurada en el imaginario nacional. En primer término, porque se ha percibido una escasez de líderes que guíen un proyecto país serio. En segundo término, porque existe una fragilidad estatal para dar respuesta a la demanda ciudadana, esto sumado a los engorrosos procesos burocráticos. Por último, los innumerables casos de corrupción de la “clase política”. Todas estas razones hacen creer a la población que el futuro todavía puede ser peor.


Ahora bien, la pandemia, sin duda ninguna, a destacado las carencias de la sociedad peruana. La falta de liderazgo, de la cual se desprende la representación política, ha desembocado en la poco legítima y, también poco prudente, destitución de un mandatario. La fragilidad estatal, trae/trajo como consecuencia las multitudinarias marchas, las cuales culminaron con la vida de 6 personas. Estas marchas calán en los peruanos; sin embargo, la realidad muestra que las demandas sociales no son atendidas. La corrupción, mal endémico, no tuvo como obstáculo el COVID, manejos turbios para la adquisición de implementos médicos y construcción de hospitales abundaron durante todo 2020 y, potencialmente, abunden durante el primer año de la tercera década del siglo.


Los augurios poco esperanzadores, tal vez, prevalecen para la visión de este nuevo año. Mucha gente se encontrará en la disyuntiva de elaborar proyectos, o quizá algo más simple, una agenda; sin embargo, probablemente, se encuentre con un panorama poco benevolente. Un país a portas de una elección con un menú electoral poco atractivo, una cada vez más próxima crisis económica, una falsa compra de vacunas contra el COVID y una probable llegada de la “segunda ola de COVID” a una desamparada nación en términos sanitarios.


Agustine Berlin






 
 
 

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