Humano digno de no ser humano
- Bitágora
- 18 ene 2021
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No comprender a la humanidad y querer complacerla, por defecto, auspicia al advenimiento de la incomprensión, inestabilidad y del no poderse hallar; de esta manera, si uno no se encuentra a sí mismo, no puede convivir consigo ni con los demás.

“La verdad es que no tengo la más remota idea de lo que es vivir como un ser humano”, señala Yozo Oba -personaje de la novela Indigno de ser humano (1958) escrita por Osamu Dazai- en su primer cuaderno de notas. Vivir como uno, parecería, es una empresa que no surge por añadidura tras el irrevocable nacimiento, sino que son tales las gestas socio-culturales que el individuo siempre es con respecto al contexto que lo ve desarrollarse. En otrora, por ejemplo, nacer en una familia perteneciente a un estrato económico bajo determinaba sustancialmente el futuro de aquel, pero, hoy en día, a pesar de que lo limita, no establece un parámetro. Entonces, ¿qué significa vivir como un humano? ¿Es un lineamiento hacia la bondad o, por otro lado, un desvelamiento de las personalidades oscuras para no sucumbir en medio de un mundo ocultamente nocivo?
Yozo Oba, el personaje, japonés y embebido de su cultura, presiente y posteriormente descubre que su personalidad no es común, que se aleja de la normalidad que ostentan los demás y que les permite deambular sin mayor inconveniente en el medio social. Miembro de una familia medianamente acomodada, de niño sufrió su natural melancolía y su escasez de desenvolvimiento; notó que las distancias impuestas por su forma de ser le augurarían un futuro desolado, en el cual sus pares y demás se alejarían de él por su extrañeza. Por esa razón, complacer a los otros se transformó en su recurrencia constante. Ser un payaso en clase, en casa y ante todos fue una salida, pero que, al igual que una máscara, ocultaba detrás de sí un rostro más real, menos risueño.
Con el tiempo (la vida obra de maneras misteriosas), el susodicho experimentaría la caída de su performance y el alumbramiento de su realidad, descuidando sus estudios, dedicándose sin seriedad a sus pinturas y sustentando su existencia con el placer sexual y la bebida. Esto se justificaría, en sumo grado, si se correspondiese con una vida sostenible, en la cual las buenas sensaciones primaran por sobre las malas, pero para él ya todo parecía perdido. El suicidio no se produjo, aunque cerca estuvo, y su vida continuó con la misma tónica. Malos días, adicciones, abandonos y mala suerte decantaron en una aparente salvación, que solo fue la fachada detrás de la cual se escondían los mismos males con diferentes nombres. Los cuestionamientos sobre el porqué de aquella vida, de aquel mundo, de aquel hábitat serían propicias, mas, ¿para qué si ya nada cambiaría?
Sin lugar a dudas, la vida de Yozo, desde el primer hasta el último momento (del cual información no poseemos), no fue satisfactoria. No comprender a la humanidad y querer complacerla, por defecto, auspicia al advenimiento de la incomprensión, inestabilidad y del no poderse hallar; de esta manera, si uno no se encuentra a sí mismo, no puede convivir consigo ni con los demás. Es un exiliado de su realidad y de la realidad de todos, de manera que contrapone, cual estado Tupac Amaru- estirado de los miembros superiores e inferiores en sentidos contrarios-, aquellos deseos de vivir con las ansias de abandonarse a la muerte. De no darse esta última, las razones que sustentan nuestro constante respiro desaparecen y la marginalidad se apodera de todas las esferas concernientes. Finaliza Dazai a través de Yozo: “En mi existencia ya no existe la felicidad o el sufrimiento. Todo pasa. Esa es la única verdad en toda mi vida, transcurrida en el interminable infierno de la sociedad humana. Todo pasa”.
Indigno de ser humano es una de las obras literarias más vendidas en el país nipón, y sustenta su valor en cuanto representa a aquel ser humano marginado, víctima de su época y el azar, incomprendido por todos y por sí mismo. Dichos seres claramente existen, mas, por el propio transcurrir de las sociedades, suelen pasar desapercibidos. No importan mientras no interfieran en la visión de los pertenecientes a una normalidad, y están mayormente destinados a morir sin mayor beneficio. La realidad funciona así, es cierto, pero es la que hemos creado formando una supremacía que omite aquellos elementos cuyos hogares se encuentran en los confines. El mismo autor, Osamu Dazai, dio por terminada su existencia a los 38 años, quien sabe si después de una vida entera sin comprender a los otros ni a sí mismo.
“Existe la palabra «marginados», que denota a los infelices, a los fracasados y a los descarriados en la sociedad humana; pero yo creo que lo soy desde el momento en que nací”.
Indigno de ser humano- Osamu Dazai
Camilo Dennis.
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