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¿Hasta dónde podemos llegar?

  • Foto del escritor: Bitágora
    Bitágora
  • 20 sept 2020
  • 2 Min. de lectura

La liberalización sexual, implica hablar más abiertamente de todo aquello involucrado con la intimidad, el placer y el sexo, eliminando esa etiqueta de tema prohibido impuesta por una moral rígida, reinante por mucho tiempo en nuestra historia.

La liberalización sexual ha tenido un impacto positivo innegable en lo que respecta a la abolición de ideas preconcebidas -y en su mayoría perjudiciales- en torno al sexo. La destrucción del culto a la virginidad, la despenalización de la homosexualidad y el empoderamiento de hombres y mujeres sobre sus cuerpos son tan solo algunos de los logros que hemos podido alcanzar gracias a ella. La liberalización sexual, implica hablar más abiertamente de todo aquello involucrado con la intimidad, el placer y el sexo, eliminando esa etiqueta de tema prohibido impuesta por una moral rígida, reinante por mucho tiempo en nuestra historia.

La educación sexual integral pretende ser un soporte para la liberalización sexual brindando a los niños y jóvenes la información necesaria para ser capaces de tomar decisiones conscientes e informadas sobre sus cuerpos y sobre su sexualidad al tener un mayor conocimiento sobre su cuerpo y aquellas cosas que los conducen al placer. Todo esto suena muy prometedor, sin embargo, la sobrexposición del sexo podría derivar en consecuencias -talvez irreversibles- respecto al erotismo.

Debemos tener presente que el sexo no es una práctica exclusivamente humana, sino que es inherente a casi todas las especies que conforman el reino animal. Entre ellos, el sexo tiene un tinte más funcional, pues se practica básicamente con fines reproductivos, no más allá de eso; se tiñe de instinto y no da lugar a todo aquello ha convertido al sexo en algo más que un mero ejercicio y mecanismo de reproducción para nuestra especie.

A lo largo de nuestra historia y como fruto de los múltiples cambios culturales en ella, hemos logrado enriquecer este acto hasta el punto de convertirlo en arte, en una especie de manifestación física y sublime del amor. Esto pudo lograrse gracias a dos condiciones en especial: la discreción y el pudor. Estas condiciones hicieron posible que este acto se sacralizara y embelleciera en la intimidad de los amantes, pues es ahí donde se despierta la sensibilidad, que es fundamental para cultivar el erotismo, que a su vez es precisamente aquello que aleja al sexo del primitivismo violento.

La liberalización sexual, como ya lo había dicho anteriormente, ha redundado en múltiples beneficios y aún tiene mucho por ofrecer. Sin embargo, al exponer excesivamente el sexo se le despoja de la intimidad y el misterio que lo rodean, convirtiéndolo en una práctica rutinaria, instintiva e incluso violenta como lo era antes, como si nunca hubiese pasado por ese extenso proceso de desanimalización.

Es por esto que la liberalización debe ensancharse lo suficiente para que tanto hombres como mujeres puedan ejercer de la mejor manera su sexualidad, sin llegar al límite de despojar de la intimidad que supone este acto como para llegar a banalizarlo. Es necesario entonces hacer un balance adecuado, analizar qué tan lejos se puede llegar en el afán de progresar como una sociedad civilizada sin renunciar a aquello que nos hace serlo, la capacidad de sentir y transformar para embellecer.


Gabriela San Andrés

 
 
 

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