Fuera de casa
- Bitágora
- 25 ene 2021
- 2 Min. de lectura
“Pero si bien la democracia puede retrasarse periódicamente, Nunca podrá ser derrotada permanentemente En esta verdad, en esta fe confiamos.”
-Amanda Gorman-

Un comentario, un poco mordaz y –seguramente– muy sincero, me causó curiosidad. El pasado jueves por la noche, en el preludio de una clase virtual, un compañero residente en el país del norte, mas precisamente en Austin-Texas, respondió una cuestión al docente: ¿cómo está el ambiente político en Estados Unidos luego del cambio de mando? Rápidamente, el compañero atinó a responder la pregunta de manera breve, pero –a mi entender– fue muy preciso: “al parecer, el horror para los latinos ha terminado”.
La alusión del condiscípulo remite directamente a la salida de la Casa Blanca del republicano Donald Trump. Pasaron cuatro años desde que este personaje poco prudente asumiera la presidencia de los Estados Unidos. “El horror para los latinos” que menciona no es una exageración, desde el día uno, Trump, se mostró beligerante ante la mayúscula comunidad internacional que reside en Norte América. La difusión de un fuerte mensaje de odio hacia la comunidad latina, durante los cuatro años pasados, fue creciente y muchas veces motivado por el mismo Donald Trump y sus correligionarios.
La beligerancia de Trump, no solo se limitó a los latinos o la comunidad internacional, también las minorías fueron relegadas. Otro sujeto, pero esta vez impersonal, que fue limitado a la periferia durante su gobierno es la democracia. Estados Unidos –un país símbolo de la libertad individual, libertad que, dicho sea de paso, está acompañada de un sólido marco legal– estuvo bajo la sombra de una demagoga propuesta populista que pretendía sucumbir las bases de la democracia.
Aterrizar lo anterior provocaría una veintena de ejemplos, pero con solo mencionar lo acontecido el pasado 6 de enero en el Capitolio, se describe la poca vocación democrática de Trump y sus simpatizantes. Un discurso del líder republicano bastó para que sus miles de simpatizantes se movilicen en todo el país en contra del reconocimiento de Biden como presidente. La toma del Capitolio fue el episodio más reconocible de esa frenética masa de inconsecuentes que provocó disturbios en tal lugar y dejó de saldo cinco personas fallecidas.
Fue lamentable la actitud de este grupo de norteamericanos, nada justifica el accionar violento y mucho más si lleva consigo vidas humanas. Sin embargo, ellos no son más que victimas de la desinformación y la resistencia propalada por su líder. Trump y su populismo se despidieron de la Casa Blanca el miércoles, muy a su estilo saltó las tradiciones y no asistió a la juramentación del nuevo presidente. Biden es el nuevo manda más de la potencia americana, como lo dije en un anterior artículo no me parece un hombre con la suficiente energía para realizar los grandes cambios; sin embargo, mejor que Trump cualquiera.
Agustine Berlin.
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