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El país de todas las sangres

  • Foto del escritor: Bitágora
    Bitágora
  • 24 ago 2020
  • 3 Min. de lectura

Al escuchar esta frase, nos remitimos a dos cosas: al autor que la dijo (José María Arguedas) y a lo que se refiere (Perú).

Al escuchar esta frase, nos remitimos a dos cosas: al autor que la dijo (José María Arguedas) y a lo que se refiere (Perú). Por ello hoy hablaré de aquella persona que lo dijo, a quien se le tilda de alguien que no logro conocer la felicidad. Según Marco Aurelio Denegrí, cuando nos remitimos a la palabra feliz, en latín puede interpretarse de dos maneras: primero como fecundo, feraz, fértil, fructífero, el último como alguien dichoso, venturoso, afortunado y próspero. Siendo así, todos los peruanos somos conscientes de la productividad de Arguedas, quien fue laborioso y fecundo, y nos ha dejado una obra múltiple y extensa en el legado del patrimonio peruano. Asimismo, cuando nos referimos al indigenismo, el Perú tiene varios protagonistas en este, entre ellos Ciro Alegría, Enrique López Albujar, etc. No obstante, sobresale la figura de José María Arguedas, el hombre que con sus escritos hizo más por las comunidades indígenas en la Hispanoamérica.

Arguedas dio una personalidad convincente en el plano literario a los indígenas, incorporándolos por la puerta grande, con su propio lenguaje, al ámbito de las letras peruanas. Ese escritor, durante su fecunda existencia, consideró a los comuneros de su tierra como la esencia del presente y futuro de su patria y no como parte de un lejano pasado que solo producía nostalgia. Aparte de su trayectoria como literato, la vida personal de Arguedas, sobre todo en sus últimos años, fue bastante tormentosa, debiendo soportar una tenaz lucha interior que finalmente lo llevó al suicidio en noviembre de 1969.

La vida de Arguedas está signada por tres aspectos fundamentales: su propia vida, que como autobiografía, aparece permanentemente en su obra literaria; el intento de aprehensión de la realidad peruana, que le permitió en su caso desarrollar una literatura que superó en forma creadora al indigenismo tradicional; y, el estudio de la realidad desde la óptica de un científico social, que utilizando los instrumentos de la etnología y la antropología supo elaborar notables investigaciones sobre la cultura popular y el mestizaje, que luego se convertirán en elementos sustanciales de sus trabajos literarios.

Un primer aspecto por abordar serían las motivaciones de Arguedas en relación a la literatura indigenista. Para ello tendría que remontarse hasta la niñez del autor: tres años después de fallecida su madre, su padre lo llevó a vivir con su nueva pareja. Terminó viviendo solo con su madrastra y hermanastro, quienes maltrataron al futuro autor. Es por ello que a los once años, Arguedas escapa a la hacienda Viseca donde convive durante dos años con los indígenas del lugar, aprende el idioma y las costumbres que lo marcarían por el resto de su vida. Por ejemplo, en el cuento “Los Barrancos”, se presenta una imagen triste y fuerte donde se extraen los restos del becerro del cuento. Se observa el uso de vocablos como “mak’tillos” y “niñucha”, palabras que involucran un conocimiento de los pobladores andinos. También destaca la forma en que se narran con familiaridad situaciones que bien pudieron ser cotidianas en el mundo andino. Esta descripción tan real, pero llena de emociones, involucra la creación de sentimientos con la trama mientras transcurre el cuento.

Otro aspecto muy frecuente que usaba Arguedas en sus escritos es la descripción del hombre con su ambiente. Expresado de otra manera, Arguedas logra la genialidad de hacernos apreciar la conexión entre los personajes y la “Pachamama”. Esta relación difícil de entender bajo la concepción occidental es la que describe Arguedas con narraciones como la siguiente de “El Hijo Solo”.

Pero, ¿Cuál es el legado que nos dejó Arguedas? Una primera idea es el conocimiento que genera sobre una realidad que pocas veces fue abordada hasta ese momento. Esto contribuye con una segunda idea de reivindicación de valores, sin un previo conocimiento de dicha realidad no se podría ejercer presión a favor de derechos de los pobladores. Por último, más allá de que las costumbres e historias se pueden transmitir vía oral, el medio escrito es una buena forma de darle carácter de permanencia a dichas costumbres e historias. Arguedas logra generar esa permanencia con sus cuentos y novelas.


Ernesto de Lima.

 
 
 

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