El delicioso
- Bitágora
- 4 oct 2020
- 3 Min. de lectura
"No es lo que tenemos, sino lo que disfrutamos lo que constituye nuestra abundancia"
-Epicuro de Samos-

Recaigo en la pesadez de mi conciencia una vez más. Como si esto fuera común, mi espíritu tiende a aproximarse más a lo eidético que a lo cotidiano. Pese a ello, en este breve escrito no pretendo alejarme tanto de la denominada "realidad", como muchos señalan que hago frecuentemente, con la finalidad de poder aproximarme, en la medida de lo posible, a lo que tal vez sea lo que más me inquieta últimamente; a saber, lo que muchos conocen como "el delicioso".
¿Qué es "el delicioso”? De manera breve, es el acto humano más sublime, perfectísimo e incomprensible, en múltiples sentidos, que comprende una amalgama no poco representativa de sensaciones. Esta definición parece prescindir de muchas matizaciones que tal vez el buen lector bien podría sugerir: lamento prescindir de aquellas. Esto se debe a que lo que ahora me compete es mostrar brevemente por qué considero que “el delicioso” debería comprenderse como lo que es, a decir verdad, valioso por sí mismo y no comprendido naturalmente y/o limitado por dogmas religiosos que no logran, sino obstaculizar la comprensión y la praxis adecuada del mismo.
"El delicioso", como ya he mencionado, es un acto perfectísimo, por lo que de ello se sigue que es valioso por sí mismo y no por otra cosa (le pido al buen lector que medite por qué es perfectísimo). A modo de ilustración, por ejemplo, si bien muchos piensan que solo implica la mera reproducción, entre otras estériles afirmaciones, realmente no es así, porque…¿acaso se desea hacerlo únicamente para la preservación de la especie humana? ¡De hecho, no! Prescindo ahora de explicar el porqué en vista de que lo considero evidente: lamento ser tan pragmático. Asimismo, ¿no deseamos ser felices por sobre todas las cosas? Esto quiere decir, "sentirnos bien" propiamente, por lo cual, dado que "el delicioso" comprende una amalgama no poco representativa de sensaciones generadoras de bienestar, se debe impeler el no limitar el bienestar derivado del acto en cuanto tal por simplicidades irreflexivas -como los dogmas religiosos esencialmente- debido a que tienden a provocar lo contrario a lo que deseamos en la vida. Esto es, la felicidad o el "sentirse bien". La razón de dicho efecto contrario es evidente a la luz de una reflexión no tan profunda sobre cómo nos sentimos en virtud de estos; es decir, ¿el no hacer algo por mero dogmatismo infundado genera más bienestar que hacer lo contrario realmente? En ese sentido, verbigracia... ¿el no hacer "el delicioso" antes del matrimonio, a causa de que es "pecado", genera más bienestar que hacerlo en verdad? Viéndolo de esta manera, parecería absurdo que alguien adoptara este dogma como criterio base de dicha praxis o acción, pero ello se debe a que supuestamente tal postulado incuestionable guía al hombre hacia el "buen vivir" cuando tal vez no sea, sino falso. Sin embargo, con esto no pretendo señalar que no deben existir parámetros para lo que "se puede hacer" y "lo que no se puede hacer" en el acto concretamente, sino que, al margen de las convenciones institucionales de lo políticamente correcto, los individuos deberían poder realizar tan sublime acto sin temor y/o limitación alguna.
Mi perspectiva puede parecer inicua para muchos, así que trataré de precisar un poco más lo anterior. ¿De qué vale actuar como sujetos moralizadores de todo lo que existe si somos infelices? Principalmente, con esta interrogante pretendo apelar a la consciencia más inmediata del lector. A saber, "el delicioso" es un acto sublime, perfectísimo e incomprensible en múltiples sentidos, pero por esto mismo es que es tan perfecto: las sensaciones oscilan cuantiosamente en bienestar y dulzura, los sentimientos se transforman de maneras inimaginables en el acto, las palabras quedan cortas simplemente ante tan eminente aspecto de la vida humana. Dicho ello, ¿para qué moralizar todo si esto, en vez de hacernos felices, nos impide serlos? Como dice una parte de una canción del grupo musical Mago de Oz, Molino de viento, "no todo es blanco o negro: es gris. Todo depende del matiz", por lo que debemos procurar ser sujetos dignos y vivir bajo la mejor moral posible, pero sin constreñir absurdamente nuestros deseos y apetitos que, por definición, son insaciables. Renunciar a estos, según pienso, implicaría renunciar a nuestra humanidad.
"No es lo que tenemos, sino lo que disfrutamos lo que constituye nuestra abundancia"
-Epicuro de Samos-
Gabriel Trinidad
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