De Spinetta y su inmortalidad
- Bitágora
- 25 ene 2021
- 3 Min. de lectura
Todas las hojas son del viento
Ya que él las mueve hasta en la muerte…
Todas las Hojas Son del Viento- Artaud (Pescado Rabioso)

Al sur del sur de América se ubica Buenos Aires, hogar del tango, de grandes clubes de fútbol, de innumerables artistas y, dentro de ellos, grandes músicos. Algunos fueron pasajeros; otros, imprimieron sus imágenes en la posteridad, de modo que todo aquel que decida traerlos de vuelta solo ha de reproducir las melodías que grabaron en el pasado. Quizá sea aquella mezcolanza, aquella melancolía de una patria inexistente, aunque formada con el tiempo, lo que genera constantemente híbridos musicales, que son capaces de adoptar estilos sin dejar sus particularidades más profundas. Por eso, cuando Luis Alberto Spinetta conoció el rock, pudo hacerlo suyo y amalgamarlo con letras singulares, como salidas de un folclore. El tango de su vida cumplió 71 años el pasado 23 de enero; sin su presencia física, sin embargo, cabe recordarlo.
Nació en la ya mencionada Buenos Aires, y desde muy pequeño sintió la música en sí, cantando tangos y redactando letras que serían los primeros y fugaces destellos de una explosión posterior. La Beatlemanía, como a gran parte de aquellos pioneros del rock latinoamericano, lo inspiró para crear más canciones- de paso aprendería a portar la guitarra casi autodidácticamente-, y a mostrarlas sin tapujos. De esta manera, hacia 1967, se formó Almendra, la primera agrupación a la cual perteneció Spinetta, formada por el susodicho, Emilio del Guercio, Rodolfo García y Edelmiro Molinari. Su primera presentación, no obstante, se dio en 1969, y fue, poco a poco, generando mayor popularidad y alcance en una juventud argentina vapuleada por los constantes cambios ideológicos y sociales. La banda se separó en 1970, mas dejó diversos himnos, tales como Muchacha, Ana no duerme, Plegaria para un Niño Dormido, entre otros.
Después de la primera, llegaron muchas bandas para Spinetta, quien fue siempre primordialmente un solista. Nació y murió Pescado Rabioso, Invisible y Spinetta Jade, así como álbumes solistas y trabajos en colaboración con especialistas del sentir y vivir la música. Tal vez sea Pescado Rabioso aquel grupo que representó la primera exploración profunda de un joven Luis Alberto, ambicioso artísticamente e impactado por el surrealismo francés y una de sus figuras literarias más impresionantes: Antonin Artaud y su búsqueda del “yo total”. Si bien el álbum de estudio realizado por Pescado Rabioso (Artaud), no posee referencias unívocas hacia el autor, se encuentra en él a un Spinetta mucho más experimental, más decoroso y más técnico, pero con la misma fragilidad transmitida por su voz a pesar de los estruendos de los instrumentos. Del mencionado álbum, Cementerio club, Bajan, Las habladurías del Mundo y Todas las Hojas Son del Viento, manifiestan plenamente su expresividad.
Invisible, su tercera agrupación, conservó algunos elementos de la anterior, pero fue más allá en el campo psicológico, incluyendo temáticas propias del psicoanálisis transformadas en idioma musical. Con el tiempo, auspiciarían la intromisión del jazz en sus sonidos, lo cual daría pie a la siguiente banda. El álbum de estudio Durazno Sangrando es una obra maestra a disposición de todos los oyentes de Luis Alberto. Más adelante, con Spinetta Jade, las intenciones viraron hacia un rumbo menos rockero si se quiere (aunque el rock sea siempre más bien una actitud antes que el uso de ciertos instrumentos que los puristas de la música pretenden convertir en exclusivos), pero tal vez más poéticos. Alma de diamante, disco y canción, es quizá la representación mejor lograda de esta etapa en la vida de Spinetta, quien posteriormente se convertiría en solista hasta su defunción el 8 de febrero de 2012 por un cáncer de pulmón, dándole final (aparente) a una vida llena de pasión, conocimiento, exploración, sufrimiento, felicidad y, sobre todo, amor por el arte.
Quizá el gran valor de Spinetta no pase por la música como tal, sino por la intuición que se obtiene de un ser humano al escucharlo en sus canciones. Uno imagina que es un joven de cabellos largos, un adulto con lentes oscuros, delgado y espigado, un astronauta siempre dispuesto a encontrar vida en los resquicios más inhóspitos del universo planteado en este mundo; uno imagina que puede ser cualquiera, porque así es la imaginación, pero sabe que no lo es, que por incomprensible a veces se abandona, que el alumbramiento de la comprensión nos engancha, que es esencia y existencia al mismo tiempo en su música. El Flaco Spinetta trasciende, sin quererlo probablemente, hasta rozar aquella realidad vivida que es canción o barro tal vez, y que no muere, que vive, en cambio, cada día un poco más.
“Pido disculpas
A la muerte
por haberme reído
mientras transcurría.
…
Pido disculpas
por haberme borrado
de la foto a pinchar.
Pero no pido disculpas
por la alegría que tuve
sin saber por qué.”
Guitarra Negra- Luis Alberto Spinetta
Camilo Dennis.
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