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De la verdad, ¿qué es y qué implica?

  • Foto del escritor: Bitágora
    Bitágora
  • 25 ene 2021
  • 5 Min. de lectura

En la esfera sociocultural reposan ciertas ideas, dadas por acabadas y verdaderas, que se yuxtaponen a otras no por la poderosa fuerza de la persuasión, sino más bien por la abierta intolerancia política manifiesta en insultos, por ejemplo, contra los detractores de dichas ideas, presuntamente apodícticas.

Parece ser lo más conocido del bagaje conceptual que el hombre estriba o posee; sin embargo, según parece también, resulta problemático poder definir realmente qué es, he aquí el meollo del asunto. Efectivamente, día a día los hombres suelen decir “esto es verdad”, “aquello es verdadero”, mas no “esto se requiere para que A sea verdad” o “en esto consiste la verdad”. Como cualquiera podría colegir, ello explica por sí mismo por qué existen disímiles concepciones de lo que implica la verdad; a saber, algunos, para ilustrar lo anterior, piensan que la verdad es múltiple o que hay diversos tipos de verdades: subjetiva, objetiva, etc. Ahora bien, puede parecer, para no pocas personas, todo este asunto un sinsentido en el sentido pleno del término; no obstante, considero que es un aspecto que ha de abordarse en vista de las múltiples implicancias que pueda tener para con el hombre en general. Por poner un ejemplo de estas, un hombre no muere por una idea realmente; es decir, muere porque cree que es verdadera, porque está convencido de que lo es. Es así como el hombre, creyendo que diversas doctrinas constituyen la verdad última y absoluta sobre lo que refieren, se ha vuelto contra sí mismo y contra sus prójimos en aras de establecer e imponer, muchas veces, lo que plantea su credo: la Santa Inquisición es un claro ejemplo de aquello.

Pienso que la mejor manera de poder indagar qué es la verdad y lo que implica es por medio de la filosofía, ya que, al fin y al cabo, la naturaleza misma de esta rama de elaboraciones del pensamiento se adecua a la perfección a esta pesquisa; a modo de ilustración, es en ella que el pensamiento mismo cobra existencia en tanto que se hace objeto de sí mismo. La historia de la filosofía es tan amplia, pero tan interesante, a su vez, que ha de ser conocida para poder hablar de la verdad, según creo claro. Esto, porque, por mencionar un caso concreto, al inicio de ella, me refiero a los griegos, se sostenían y buscaban “verdades” como las que hoy en día las diversas religiones postulan, inmutables y perfectas o acabadas. Es triste y lamentable, pero, incluso las que se sostuvieron por mucho como tales, no han pasado el examen de la razón humana, para consigo misma, en aras de seguir siendo de tal índole; verbigracia, incluso lo que se ha dado como más cierto para el hombre, no ha podido pretender seguir siendo ello, conocimiento apodíctico, luego de una ardua refutación fruto de grandes reflexiones: la presunta existencia de Dios es un claro ejemplo. Kant, un filósofo alemán importante que abocó gran parte de sus esfuerzos al campo de la epistemología o Teoría del conocimiento, solía decir que el mayor error humano era pretender buscar conocimientos “perfectos”, absolutos o en la que no puede ser de otra manera lo que cree conocerse, sin haber entendido que hasta el conocer se remite a lo humano; dicho de otra manera, al modo humano de ver la realidad. Imagínese que cada hombre nace con unos lentes que no se los puede quitar nunca, tal que se acostumbra a ver la llamada “realidad” bajo esos lentes. La pregunta es, ¿acaso no creería ver la realidad en sí misma o tal cual es? Lo que sucede con el hombre es similar, pues percibimos la realidad, pero bajo esos visores: bajo ese modo humano de ver las cosas; por ejemplo, no es factible para el hombre poder experimentar cualesquiera situaciones sin un espacio y un tiempo; asimismo, tampoco es factible no relacionar, casi de modo instintivo, lo que pensamos sin una causa y efecto, aun cuando no exista una verdadera correspondencia efectiva entre lo relacionado. Pienso que reconocer esto es el primer paso para poder avanzar con sentido hacia el andar seguro de la ciencia, porque, incluso esta, es ciencia humana y, por tanto, sujeta a lo humano (a lo falible).

Es muy común que las personas critiquen lo que no legitiman y no propongan nada diferente. Por esta razón, creo que me confiere proponer una forma de entender la verdad, ya que hasta ello resulta un asunto complejo. En efecto, sería versar sobre la verdad de la verdad; es decir, sobre la verdadera concepción de la verdad, lo que creo que escapa completamente de los límites del entendimiento humano. Hegel, otro filósofo alemán de gran talla, pensaba que la verdad era parte y fin de un proceso de la conciencia que él llamaba “dialéctica”. Según dicho proceso, ella está presente desde el primer momento en el que la conciencia aprehende algo como objeto de sí. Ahora bien, solo se presenta de forma parcial, lo cual no quiere decir que sea abiertamente falso lo que se presenta para esta, sino que simplemente es una parte de la totalidad, de la realidad misma. Para ilustrar ello pondré un ejemplo, uno puede haber visto un objeto a la distancia que le pareció ser de tal o cual manera, lo que, al poder ver el mismo objeto desde otro ángulo, terminó por constituir una incongruencia para la conciencia: ¿la primera percepción fue falsa? ¡De hecho, no! simplemente fue una percepción distinta del objeto o, en términos hegelianos, aprehensión de una parte de la totalidad. De modo que, bajo dicha manera de concebir la verdad, podríamos decir que todo tiene algo de verdadero si bien la verdad total y absoluta, que existe para Hegel, no se presenta de forma inmediata, sino cuando la conciencia ha recorrido toda la serie de figuras dadas para sí, todas las manifestaciones de lo real; a modo de ilustración, requiere de la dialéctica, la cual le permite perfeccionarse; en otras palabras, en esta se equivoca muchas veces y así se concientiza de sus errores y posibilidades. Muchos no lo saben, pero de ahí que el filósofo Karl Marx se inspire y sostenga que algo pasa por ser aceptado (tesis) como verdadero, negado (antítesis) para volver a ser negado y así formar una determinación mayor (síntesis) de las dos negaciones ulteriores para, en última instancia, repetirse el ciclo nuevamente hasta alcanzar un grado aceptable de autenticidad.

Si bien al inicio mencioné como ejemplo a la Santa Inquisición, el hecho de que la verdad se conciba de manera dogmática, mejor dicho, el pretender determinar una verdad absoluta e inmutable, no es un rasgo exclusivo de la religión, pues ya en un contexto más inmediato, como el sociocultural, yace tal aspecto solo que de un modo más sutil. En efecto, en la esfera sociocultural reposan ciertas ideas, dadas por acabadas y verdaderas, que se yuxtaponen a otras no por la poderosa fuerza de la persuasión, sino más bien por la abierta intolerancia política manifiesta en insultos, por ejemplo, contra los detractores de dichas ideas, presuntamente apodícticas. En un contexto como el actual, en el que cada vez se acerca más las elecciones, pienso que se debería asimilar una idea, asumiendo todo lo referido a la verdad que abordé en este artículo, para así poder juzgarla de mejor manera. De hecho, para poder juzgar las propias y con ello, si fuera necesario, cambiar de modo de pensar. En fin, al lector de este artículo le atañe decidir; a mí, solo tener fe sobre tal.


Gabriel Trinidad.

 
 
 

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