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Dame un punto de apoyo, y crearé un mundo

  • Foto del escritor: Bitágora
    Bitágora
  • 13 sept 2020
  • 3 Min. de lectura

Ser creador no significa solo hacer, sino alterar lo precedente. En este sentido, cada creador es dios, y su obra es la vida.

Las sociedades se han enfrentado desde sus albores a distintas amenazas, las cuales pretenden dañarlas, destruirlas o impedirles el desarrollo. Así, en los orígenes del homo sapiens, los embates del día a día, como animales salvajes o mal clima, debían ser enfrentados con astucia para evitar el perecimiento individual y, en consecuencia, el de la comunidad; al pasar los años, se desarrollaron diversas estrategias en campos como la salud o la educación- por citar solo dos- y se enfrentó con mayor eficacia a los rivales del bienestar. Sin embargo, aún se mantiene la precariedad, la inestabilidad producida por ser falibles, es decir, por ser humanos. Al día de hoy, una crisis coyuntural que vapulea, primero al planeta entero (COVID19), y segundo al Perú (inestabilidad política), nos plantea interrogantes con respecto al devenir: ¿Seremos capaces de sobreponernos? ¿Involucrarnos directamente es el camino o la lejanía pinta mejor? Las respuestas difieren de acuerdo a subjetividades, pero se plantea como salida una cualidad inherente a las personas, la creación.

Para Albert Camus (1913-1960), afamado escritor francés, “la civilización solo es posible si, …, este mundo redescubre el camino de una síntesis creadora”. Esta, movida por los elementos que requiera, ha de concentrar la quintaesencia del creador, sus fueros internos y sus ánimos más acérrimos; de otro modo, el “producto” obtenido no trasciende la categoría de imitación. Se trata, pues, de innovar, de no repetir a un Borges en el caso de la literatura, a un Renoir en cuanto pintura, a un Bertrand Russel por el lado de la filosofía o, por último, a un Zizek para el análisis de la sociedad. Si bien la originalidad pura no existe (porque somos el producto de cada una de nuestras influencias querámoslas o no), podemos verter cierta particularidad propia que sirva para dar lugar a “algo” nuevo dentro de lo posible. Ser creador no significa solo hacer, sino alterar lo precedente. En este sentido, cada creador es dios, y su obra es la vida.

El futuro soñado para Friedrich Nietzsche (1844-1900) fue aquel en que el creador/artista reemplazara al ente opresor, al “personaje legislativo” que vela por el cumplimiento de las normas, pero de manera sesgada y poco objetiva. El arte- que es la creación más perfecta- rescata a la persona de la inevitable realidad, que golpea constantemente y sin razón aparente. ¿Esto significa que el arte es un acto de desentendimiento? Por el contrario, el arte significa ahondar y conocer lo más profundo de quien nos olvidamos por creer que lo tenemos aprendido: uno mismo. Así, tal como lo postuló Max Stirner (1806-1856), el proceso reivindicativo para con el “yo”, el autoconocimiento y el interés por nuestra individualidad, desemboca en el beneficio popular. Cuando Van Gogh dejó de pintar para los demás, se convirtió- aunque a destiempo le llegara el reconocimiento- en quien realmente fue y en contribuyente fundamental de lo que se denomina “proceso histórico-cultural de la humanidad”. La creación siempre es un acto dadivoso; es decir, es una manera de influir sobre la sociedad, aunque no se tome en cuenta o menosprecie.

Crear es una respuesta causada por el exterior, orquestada en el interior y devuelta hacia fuera. Crear es no corresponder a lo ya existente; es acumular cada una de las herramientas disponibles alrededor, buscar un espacio, un tiempo, y avocar todo esto en un área por la cual mostramos predilección. Probablemente sean las transiciones más conflictivas en el registro las que han devuelto mayor y mejor cantidad de creaciones (cualquiera sea el ámbito), por lo que confiar en una respuesta de nuestra época es sensato. Transitamos por un sendero que aparenta ser unilateral, que no atisba un desenlace promisorio y que genera un lóbrego aspecto ante las ya cristalinas miradas. Sin embargo, corremos, y he ahí el verdadero conflicto, porque el cansancio impide vislumbrar con claridad el siguiente movimiento. Pienso que, si tomamos un descanso, el aire que respiremos no será tan nocivo; entonces, crearemos, y el tiempo que nos tome será el justo y necesario. Mientras tanto, esperemos que el edificio no se caiga por completo.


Camilo Dennis


 
 
 

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