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Crónica de una muerte casi anunciada

  • Foto del escritor: Bitágora
    Bitágora
  • 24 ago 2020
  • 4 Min. de lectura

Esta final mostró momentos de genialidad por parte de los dos equipos- más del campeón, lógicamente- y cumplió con las expectativas que los enclaustrados espectadores le otorgaron.

Acaecen, en el mundo del deporte internacional, eventos de toda magnitud; así, algunos pasan desapercibidos por las grandes masas, otros medianamente captados, mientras que- eso sí, son pocos- unos cuantos captan la atención de las multitudes. La UEFA Champions League se coloca como un ejemplo máxime dentro de estos últimos, y lleva el estandarte del deporte rey, que tanto da y quita a sus fanáticos. Este año (¡vaya año!), debido a las penosas condiciones con que convivimos, el torneo más importante de clubes a nivel europeo, vio sus fases finales (definición de cuatro series de octavos de final y en adelante con partido único) en Portugal, donde el poderoso equipo bávaro Bayern de Múnich se coronó como campeón y sumó su sexta orejona ante un Paris Saint Germain que brindó su mejor participación histórica. Las emociones, sin duda, no se ausentaron, y, a pesar de la presencia nula de un público en los estadios, los hinchas desde casa pudieron gozar y sufrir los avatares de los partidos.

Dos equipos destacaron: Bayern de Múnich y PSG. Por un lado, Paris Saint Germain, el club de los millones, consiguió su pase a la final tras irregularidades, situaciones adversas, pero, por encima de esto, emociones. Perteneciente al grupo A, hubo de chocar ante el Real Madrid (3-0 y 2-2), Brujas belga (1-0 y 0-5) y al Galatasaray turco (5-0 y 0-1), logrando, así, en seis enfrentamientos, cinco victorias, un empate, diecisiete goles a favor y únicamente dos goles en contra, además de, por supuesto, un emparejamiento en octavos de final. El sorteo lo propuso ante el Borussia Dortmund- irónicamente alemán-, al que derrotó antes del parón, es decir, en dos partidos: el primero, en tierras de la Región del Ruhr, donde los locales, de la mano (sería más exacto decir “de las piernas”) de un joven Erling Haaland, salieron airosos (2-1), pero ya en La ciudad luz, los locales dieron vuelta al resultado (2-0); en cuartos de final, el césped los situó ante un sorprendente pero gran equipo como el Atalanta italiano, al que ahogaron y revirtieron el resultado en los minutos de descuento al pasar al frente (2-1); la final antes de la final fue entre el PSG y el Red Bull Leipzig- otro equipo alemán-, una institución bastante moderna, ante la que mostraron su mejor fútbol, ganando (3-0) y explotando sus mejores armas. La cita, por último, fue con la historia, aunque el resultado no haya sido feliz.

Por otro- este es el lado de los ganadores- el conjunto alemán llegó a la última cita acompañado de un rendimiento, estadísticamente, perfecto. En fase de grupos, se enfrentó al Tottenham Hotspur (3-1 y 2-7), Olympiacos griego (2-0 y 2-3) y al Estrella Roja serbio (3-0 y 0-6), lo que dio un balance de seis partidos jugados, igual número de ganados, veinticuatro goles a favor y tan solo cinco en contra; un boleto a octavos de final con credenciales y buen fútbol. En esta etapa se midió ante el Chelsea inglés, al que superó sin inconvenientes, tanto pre-parón por pandemia (0-3) como en el retorno (4-1); luego, en cuartos, contra el fantasmagórico FC Barcelona en partido único (8-2), en lo que representó el estilo de juego del campeón, su ataque en conjunto, su comprensión, su buen toque y, sobre todo, su efectividad, mas, para los blaugranas, fue la anunciación tardía de una reforma urgente; en semifinales, un partido que pudo habérsele complicado enfrentando al Olimpique de Lyon francés (una de las sorpresas de la competición), pero que culminó sin mayor inconveniente (3-0). Prestos para una nueva final, los de rojo consiguieron su objetivo.

Un 1-0, por lo general, es la representación de un partido congestionado, sin mucho fútbol creativo; sin embargo, esta final mostró momentos de genialidad por parte de los dos equipos- más del campeón, lógicamente- y cumplió con las expectativas que los enclaustrados espectadores le otorgaron. Las figuras individuales no se ocultaron: Lewandowski, máximo anotador de la competencia (15), Gnabry, Thiago, por el lado del campeón; Neymar, Mbappé, Di María, por el lado del subcampeón. Naturalmente, y debido a ello el título del presente escrito, Bayern dio un espectáculo- sobre todo en el segundo tiempo, que es la etapa en que el joven extremo por izquierda Kingsley Coman cumplió con la ley del ex (tan conocida dentro del argot) - de fútbol manejando el partido y anulando las potenciales explosiones de un tridente que tristemente no mostró su mejor forma. Bayern de Múnich anunciaba ya el uno de octubre en la goleada 7-2 ante Tottenham que su potencial y determinación lo postulaban como un candidato; hizo los deberes, cumplió con el mandamiento número uno de los deportes colectivos (jugar en conjunto) y dando razones se coronó. PSG, inerme ante la maquinaria alemana, no realizó el hito. Si ganó la historia, no lo sé, pero sí comprendo que salió victorioso un fútbol merecedor, uno que se anunció en el podio desde el primer hasta el último pitido, el cual confirmó la casi anunciada muerte del conjunto parisino.


Camilo Dennis

 
 
 

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