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Contra el cientificismo

  • Foto del escritor: Bitágora
    Bitágora
  • 8 feb 2021
  • 3 Min. de lectura

A fin de cuentas, la rigurosidad propia de la ciencia termina por ser realmente un obstáculo, para sí misma, respecto a lo que no es accesible para su médium: método.

Para comenzar ha de reconocerse que la ciencia es de cierto carácter que, en sí misma, encierra un grado noble de verdad, de realidad, que es imposible negar con sensatez. ¡Claro está! Nadie, acatando los lineamientos de la imperante fuerza de la razón, negaría que el desarrollo de la matemática posibilitó el andar seguro de la ciencia en general, de la física propiamente, y de sus resultados durante el siglo XVI en adelante. A saber, fruto de este desarrollo surgió lo que se conoce como geometría analítica, la cual, conforme a sus resultados, le permitió al hombre concebir la realidad geométrica de nuevas maneras para así apoderarse de ella o, en todo caso, descubrir aspectos que antes parecían inexistentes. Gracias a esta rama de la geometría podemos entender la misma por meros códices algebraicos, he ahí el valor incalculable de aquella. Ahora bien, he puesto un caso concreto, de la geometría, para evidenciar de alguna manera lo que significa la ciencia para nosotros: un tesoro muy preciado, pero existen muchos más. De hecho, respecto al periodo de tiempo mencionado, existen múltiples casos, ya que la famosa “revolución científica” tiene lugar en dicho periodo; para ser más preciso, durante el siglo XIV y XVII.

Como dije antes, la ciencia es para nosotros un tesoro muy preciado y no hay problema alguno: tenemos buenas razones para considerar ello. Según pienso, el problema relativo al modo de concebir la ciencia surge cuando se sobrevalora sus alcances y posibilidades. Esto es lo que se conoce como cientificismo. Para ilustrar lo dicho, hay personas que piensan, incluso, que la ciencia debe demostrar la existencia o inexistencia de Dios, lo cual parece un sinsentido, ¿no? Respecto a manifestaciones de esta postura para con la ciencia menos exageradas, hay personas que arguyen que algo es verdadero absolutamente, apelando a lo que llaman verdad “objetiva”, simplemente porque es científico. Con ello creo que ya se entiende a qué me refiero con exceso de confianza en el alcance y posibilidad de la ciencia, lo cual desemboca en el cientificismo. Dicho ello, ¿qué pienso al respecto? Bueno, tratando de ser “objetivo”, lo diré de un modo muy simple: dicha postura carece de sentido. ¿Por qué? En primer lugar, porque presupone que la ciencia, su aplicabilidad y enfoque, abarca todo lo que se nos presenta a la conciencia sin brindar efectivos argumentos del porqué, eso implicaría hacer filosofía, la misma que evita naturalmente tal concepción; por ello, sin argumento lógico detrás, plantea que la ciencia estaría en la capacidad de demostrar o negar la existencia de Dios simplemente por ser ciencia, tesoro humano. En segundo lugar, porque lo que llaman “verdad objetiva” tiene implicancias filosóficas, más que científicas, tan grandes que escapan al entendimiento del hombre: esta acuñación responde a la correspondencia existente, supuestamente fidedigna, entre un sujeto que conoce y un objeto cognoscible, pero... ¿que tal si no existe una verdadera correspondencia efectiva? Es decir, lo que pasa por nuestros sentidos le permite a la conciencia representar eso que ha pasado por aquellos, pero… ¡qué tal si todo ello fuera como reflejos en el agua en el que las representaciones solo imitan parcialmente lo copiado! Kant, filósofo alemán nacido en 1724 y especialista en el campo del conocimiento humano, solía decir que el hombre ve las cosas bajo unos visores innatos e inextricables que le permiten ver la realidad bajo ellos, bajo ese medio, por lo que no ha de saberse nunca si realmente ve todo como se supone que es o no, debido a que siempre ve las cosas bajo un modo humano.

En aras de evitar ser malinterpretado, no pienso que la ciencia sea “mala” o que no resulta realmente positiva para la humanidad en general. De hecho, soy un hombre de fe científica: creo que puede alcanzar grandes cosas. Sin embargo, también soy un adepto de la filosofía y considero que mi deber es reconocer la falibilidad de la ciencia misma a causa de que, aun siendo ciencia, es ciencia humana y, por tanto, imperfecta. En fin, si se me preguntara qué creo en relación a lo llamado “objetivo” diría que, como decía Aristóteles, toda investigación debe regirse por la naturaleza de lo investigado, por lo que ha de entenderse que existen objetos de conocimiento que requieren no de la ciencia, sino tal vez de la mera intuición. A fin de cuentas, la rigurosidad propia de la ciencia termina por ser realmente un obstáculo, para sí misma, respecto a lo que no es accesible para su médium: método.


Gabriel Trinidad.

 
 
 

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