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Carta a un Perú que se derrumba

  • Foto del escritor: Bitágora
    Bitágora
  • 11 nov 2020
  • 4 Min. de lectura


El 23 de marzo de 2018 Martín Vizcarra retorna a Perú para asumir la presidencia de la República tras la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski, en medio de una severa crisis política. Desde entonces, el titular del Ejecutivo gobernó bajo la sombra de constantes conflictos propiciados por el Congreso. En este sentido, se generaron múltiples crispaciones a causa de la Reforma Política propuesta por el Ejecutivo, la cual se negó en dos ocasiones. Esto produjo la disolución fáctica del Pleno del Legislativo. Consecuentemente, se convocó a elecciones congresales en enero del presente año, de modo que se instauró un nuevo equipo parlamentario. Este último, se eligió bajo la consigna del consenso, la estabilidad política y el efectivo desarrollo nacional; sin embargo, lo acontecido en los últimos seis meses ha demostrado lo contrario. Se ha evidenciado, pues, un Congreso igual o más intransigente que su antecesor, motivado por intereses de grupos de poder que buscaban influir en la esfera política, razón que decantó en la actual crisis institucional. Según la hipótesis planteada por el Congreso, el ahora expresidente habría incurrido en incapacidad moral fundamentada en procesos judiciales antes y durante su mandato, motivo que sirvió para justificar la gestación del proceso de vacancia. Finalmente, esta se concretó por una abrumadora decisión de 105 votos a favor pese a que únicamente eran necesarios 87. En medio de este desconcertante panorama político, la mañana del 10 de noviembre, juramentó como nuevo presidente Manuel Merino de Lama.

Como consecuencia del panorama descrito, la población ha tomado una postura clara: no aprueba, por distintos motivos, lo acatado por el Congreso. Esta sucesión de hechos trae consecuencias en los distintos estamentos sociales y afecta directamente tanto a la población como a la institucionalidad. Por un lado, la flagrante inestabilidad política ha provocado un sinnúmero de manifestaciones de la población en las calles de las ciudades del Perú. No es una sorpresa que los ciudadanos sientan aversión por el impopular Congreso, esto debido a que es una institución que ha sido denigrada por sus integrantes a lo largo de la vida republicana. En las proclamas que se impulan en este contexto, se tiene un enemigo en común y es el parlamento; consecuentemente, la ciudadanía es el victimario.

Por otro lado, es necesario comprender que nos encontramos a nivel mundial en una situación dantesca: la enfermedad del coronavirus y su contagiosidad nos ataca diariamente y no contamos con respuestas eficaces. Ineluctablemente, el descontento de la población y su indignación se ha trasladado a las calles, desde donde emitimos nuestras quejas por lo que consideramos inaceptable; no obstante, estas conglomeraciones conllevan mayor cantidad de infectados, mayor ocupación de áreas destinadas a sus tratamientos y, por último, mayor cantidad de muertes. La encrucijada se ha formulado de tal manera que la búsqueda de la solución posiblemente genere más catástrofes. El sistema de salud no puede responder porque sus capacidades han colapsado; del mismo modo, la sociedad, con justa razón, comprende que, ante semejante inestabilidad, la manera de equilibrar la balanza es ejerciendo su poder, es decir, alzando la voz.

Como propulsores del pensamiento crítico y el accionar coherente, pretendemos no obligar a nuestros lectores a coincidir con nosotros, sino a que generen sus propios juicios y determinen su conducta. En cuanto a nuestra posición consideramos que, si bien contradice a la voluntad general del pueblo inmiscuirse en la política, ha de ser necesario involucrarse en la misma. Esto bien, porque no solo, como decía Aristóteles, “la política es la actividad, por excelencia, humana”, sino porque, a saber, no es posible estar exento de esta. Todo se remite, en última instancia, a lo que somos; es decir, ciudadanos. Ser ciudadano significa no solo ser un sujeto pasivo-receptor de derechos, sino, esencialmente, poder incidir en la esfera pública de manera efectiva; de hecho, en ello radica el fundamento último de la democracia, en la legitimidad de la ciudadanía como tal. Por tanto, todo aquel que merezca ser llamado propiamente “ciudadano”, no podrá volver únicamente sobre sí mismo para dejar que todo tipo de injusticias acontezcan en el seno de la sociedad. Según pensamos, las consecuencias de este indiferentismo pueden ser irremediables.

Manuel Scorza, escritor peruano y olvidado tantas veces, mencionó en alguna ocasión que aquel pueblo que limita a cierta porción de su población a ser esclavos termina por convertirse del todo en uno. Hoy los padres de la patria, nuestros representantes en el poder pretenden evadir la voz de la población, excluir nuestro juicio y faltarnos el respeto con sus medidas. Nosotros debemos, pues, mostrar que no somos esclavos, que poseemos una voz y que ella tiene que ser atendida en la inmediatez más consecuente. Aun así, es necesario considerar el contexto imperante y realizar un balance justo entre manifestar nuestras quejas y arriesgar la salud de nuestro entorno asediado por la Covid 19. La democracia no ha de ser atentada ni nuestros derechos flagelados ni nuestro honor ofendido, pero creemos ser conscientes de que la salud es el requisito indispensable para poder seguir siendo nosotros.

Sin duda se está viviendo un episodio más de una crisis sistémica. La ciudadanía volcada en las calles clamando sensatez a una clase política de impresentables nos demuestra ello. Se atreven incluso a arriesgar la vida por el respeto al Perú. Esta situación, lamentablemente, ha sido una constante en nuestra historia; sin embargo, se ha pensado siempre en un futuro mejor y un nuevo comienzo. Esta vez quizá los viejos no vayan a la tumba y los jóvenes no estén a la obra, pero el Perú necesita unidad y compromiso. El próximo evento para demostrar esas atribuciones, se llevará a cabo en abril próximo, en donde el peruano debe elegir a nuevos representantes con responsabilidad y una amplia cuota de información. Este episodio de incertidumbre se espera haya causado reflexión por el bien de la patria. En manos de la ciudadanía queda el futuro del Perú y de los preceptos democráticos que emergen de la libertad del hombre.


De parte de todos los integrantes de Bitágora

 
 
 

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