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Alcohólicos no tan anónimos

  • Foto del escritor: Bitágora
    Bitágora
  • 14 jun 2020
  • 5 Min. de lectura

Justamente, esto es lo que se nos olvida o cuesta recordar: aquellos seres que admiramos por sus obras, sufren a pesar de la fama y remuneraciones, porque siguen palpando la sensibilidad, las decepciones de lo azaroso o de lo planificado, y son débiles en algún punto que probablemente jamás conoceremos.

El pasado 10 de junio se conmemoró un año más de creación de la mítica sociedad internacional Alcohólicos Anónimos, que fue fundada en 1935 en alguna de las calles de la ciudad estadounidense Akron (Ohio). Refugio para muchos, esta suerte de comunidad cuenta con una de las mejores armas ante la sociedad (llena de juicios estremecedores con respecto a este padecimiento): el anonimato. Todo aquel que busque un espacio en el que se pueda sentir libre de manifestar sus ideas y emociones derivadas del vicio etílico, puede acudir a esta sociedad y, si no es hallar una solución, darse cuenta de que las realidades no son tan distintas después de todo, lo que significa un alivio. Pero, ¿qué pasa con aquellos amantes de la bebida para quienes el anonimato representa una imposibilidad? ¿es acaso el alcohol una salida a lo abrumador que puede resultar una vida ante las luces o focos de las grandes masas? ¿hasta qué punto puede llevar este vicio al ser humano?

- ¿Fuente de inspiración? -

“Al beber cambiamos sencillamente de lente y recibimos del mundo una imagen que tiene en todo caso la ventaja de ser distinta de la natural. En este sentido la embriaguez es un método de conocimiento. La embriaguez moderada, es decir, aquella que nos aleja de nosotros mismos sin abandonarnos, no la borrachera, en la cual nuestra conciencia le dice adiós a nuestro comportamiento”, dicta Julio Ramón Ribeyro en Prosas apátridas (1975), y nos hace caer en cuenta de una evidencia en cuanto al consumo de alcohol y sus efectos: no está tan mal.

Se relaciona a la inspiración directamente con cualquier tipo de droga- legal o ilegal-, y es que pareciera que estas, siguiendo lo mencionado por Julio Ramón Ribeyro, dotaran de otro lente ante el mundo a los que las ingieran (el alcohol no es una excepción). Así, la mistura entre una realidad previa y un nuevo enfoque pueden generar o contribuir en la construcción de grandes obras. Por ejemplo, el nobel de literatura de 1949, William Faulkner, autor de la novela El ruido y la furia (1929) y del magnífico cuento Una rosa para Emily (1930), aseguró haber sido coadyuvado por el whisky a lo largo de su caminada en el mundo de las letras. Del mismo modo, un compatriota y colega de Faulkner, coincidentemente galardonado con el premio de la academia, como Ernest Hemingway, también sentía ese fanatismo por la bebida y lo que esta le otorgara a su vida, llevándola consigo en más de una aventura. Existieron y existen muchos más, como el poeta John Berryman, de quien se dice bebía un litro de whisky por día, o, no yendo muy lejos, Alfredo Bryce Echenique, autor de grandes novelas como Un mundo para Julius (1970) o La vida exagerada de Martín Romaña (1981), que alguna vez dijo ser considerado el escritor más borracho de Latinoamérica. En fin, en caso de que el alcohol haya tenido que ver con la elaboración de tamañas obras de estos grandes escritores, como lectores, seguramente estaremos agradecidos.

- Los límites existen –

El día del amor (14 de febrero) de 1988 no terminó siendo tan romántico para Carlos Monzón, icono del boxeo argentino y mundial, pues luego haber bebido de más, se olvidó de los guantes y del ring - en el que deslumbraba a miles de fanáticos- cuando aventó a su pareja desde el balcón de su casa ocasionándole la muerte. “Escopeta”, como lo llamaban debido a sus potentes puñetazos, fue condenado a 11 años de prisión, y tras haberle sido permitidas algunas salidas restringidas hacia el final de su condena, sufrió un accidente automovilístico del que no saldría vencedor. Otro caso en el mundo de los deportes fue el de Manuel Francisco dos Santos, más conocido como “Garrincha”, temerario gambeteador e histórico con la ‘verdeamarelha´. Tradujo su descendencia a 14 hijos en distintas mujeres y se dedicó a vivir la vida siempre <<cerca del aguardiente y de todo lo ardiente>>, parafraseando lo que escribió Eduardo Galeano sobre el brasileño. Garrincha dribló a infinidad de rivales jugando por la punta, pero jamás pudo gambetearse a sí mismo, a su adicción y a la muerte, ocurrida en medio de la miseria y producida por una serie de enfermedades derivadas de su alcoholismo crónico.

De vuelta al ámbito literario, y de vuelta a los Estados Unidos, se encuentra el caso de Scott Fitzgerald, novelista de los alocados años veinte, que, fiel a su época y a su personalidad, degustaba gran cantidad de bebidas y cócteles. Fitzgerald, beodo acérrimo desde su juventud, falleció el 21 de diciembre de 1940 a los 44 años a consecuencia de un paro cardiaco. ¿Repercusión del alcohol y una vida desenfrenada? Seguramente sí, pero también a causa de no poseer esa cuota de autocontrol que seguramente todos necesitamos. El autor de El gran Gatsby (1925), dejó una frase que fácilmente puede resumir estas historias y unas tantas más: “En primer lugar tú tomas una copa, después la copa se toma a la bebida, y por último es la bebida quien te toma a ti”.

Existen muchos otros casos de vidas llevadas a la deriva a causa o en conflagración con las bebidas alcohólicas, llámese músicos, políticos, escritores, actores, deportistas, cineastas, pintores y demás que no escapan a las bendiciones y maldiciones que significa el nacer humano. Justamente, esto es lo que se nos olvida o cuesta recordar: aquellos seres que admiramos por sus obras, sufren a pesar de la fama y remuneraciones, porque siguen palpando la sensibilidad, las decepciones de lo azaroso o de lo planificado, y son débiles en algún punto que probablemente jamás conoceremos.

- Moderación: el punto medio como salvavidas –

¿Quién no ha disfrutado de embriagarse alguna vez? Muy pocos, seguramente, por lo que no resulta desacertado afirmar que el alcohol ha llegado a las sociedades para instaurarse, y que no está completamente mal si decidimos ingerirlo. Pero debemos aprender a no corresponder constantemente si pretendemos no derivar nuestra vida a un camino lleno de complicaciones de distinta índole. Hay que hacer como Ribeyro de vez en cuando: embriagarnos moderadamente, y aprovechar para ver al espacio que nos rodea de una manera distinta, a ver si eso que distinguimos por fin nos convence de que vale la pena continuar aquí, aunque sea por esos instantes de genialidad o por una especie de curiosidad intelectual que, de empeñarnos, resulte en algún conocimiento provechoso.

Creo que necesito un trago.

Casi todos lo necesitan, solo que no lo saben.

Charles Bukowski- Women

Camilo Dennis

 
 
 

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