Acerca del Perú, que estamos jodidos
- Bitágora
- 2 nov 2020
- 5 Min. de lectura
¡Amemos nuestra patria! No es una exhortación propiamente, es un imperativo categórico para todo aquel que sea digno de ser llamado peruano.

El Perú está jodido, pero solo a unos pocos les importa. Dentro de estos pocos, están los que merecen ser llamados “opinólogos” y “eruditos de Facebook”, los cuales con su ínfima educación, a decir verdad, solo consiguen empeorar la situación dado que reproducen ideologías perniciosas sin, por último, darse cuenta; también, los que no solo se preocupan por la coyuntura: estos, definitivamente, necesita el Perú. A saber, es importante preocuparse por el país, pero no suficiente; en definitiva, educarse adecuadamente es el primer paso para poder criticar y/o plantear con tino una solución frente a cualquier problemática, porque, como señala un proverbio muy conocido, “el mundo está hecho de buenas intenciones”. Ahora bien, ¿qué significa que el Perú esté jodido? Significa que poco o nada le interesa a la mayoría de peruanos lo que pasa en el país; significa que somos tan indiferentes los unos a los otros que ni siquiera parecemos de la misma patria; significa que ser patriota es cualquier cosa menos serlo en realidad. Todos los países padecen diversas crisis y problemas de diversos tipos: económicos, políticos, sociales, etc. Pero, si sobre estos no existe ningún tipo de amor a la patria, todos estos se reducen a la nada, porque el primer paso para cambiar la situación de una nación es que las personas se preocupen por esta, lo que en su esplendor se traduce como “patriotismo”.
Pasan los días y aún sigue dando mucho de qué hablar el dichoso partido del martes 13 de octubre entre Perú y Brasil, y lo que fue el desempeño del árbitro Julio Bascuñán; en efecto, todavía persisten los comentarios ofensivos y denigrantes contra el árbitro chileno. Al margen del resultado merecido o inmerecido del partido, esta situación nos deja mucho en qué pensar en relación a lo que significa ser patriota, pues este es el móvil que aducen los que, cual idiotas, atacan por distintos medios al árbitro del partido; a la postre, si ser patriota consiste en ponerse el polo de la selección peruana, cantar el himno nacional y actuar como energúmeno, entonces lo último que quiero es ser patriota. Dicho ello, ¿qué significa ser patriota? Ser patriota significa sentirse ligado por vínculos jurídicos, históricos y afectivos a un país, en este caso, al Perú. Esto implica conocer la historia de la patria, saber quiénes son realmente nuestros antepasados; valorarla no solo porque es nuestra tierra natal, sino, porque es el territorio en el que vivimos individual y colectivamente, y donde nos formamos como seres humanos.
En la actualidad, este sentimiento se pierde cada vez más, por lo que, a decir verdad, la concepción de lo que significa ser “patriota” se ha visto bastardarizada y con ello el verdadero patriotismo. Existen diversos motivos para explicar esta lamentable situación, pero tal vez el más importante se deriva de nuestra manera de concebirnos como peruanos; a saber, muchos nos vemos con desprecio, con congoja, como si fuera una desdicha nacer en el Perú. Es triste que las personas todavía no comprendan que el Perú jamás podrá concebirse como una nación propiamente, como una tierra compartida por personas con características comunes de índole fenotípica, cultural, etc. ¿Por qué? Simple, somos diferentes y nunca nos adecuaremos al ideal nacionalista de Adolf Hitler, pero esto no significa que no podamos amar nuestra patria. En efecto, no es necesario que todos pertenezcamos a la misma casta para poder solidarizarnos con los demás y con la patria misma. Ahora bien, parece que esta clasificación humana genera grandes inconvenientes a la hora de considerarnos como “iguales”, en términos de oportunidades, por lo que a continuación abordaré de modo general una de las castas más polémicas e infravaloradas históricamente, la del “cholo”, con el fin de revitalizar esta discusión acerca del patriotismo.
Estamos en una época en la que, aun frente a la tendencia pluralista, no solo valoramos ciertas culturas y, en general, modos de ser específicos de las personas sobre otros, sino que tendemos a despreciar lo diferente: he aquí el meollo del asunto. En relación al Perú, desde antaño la palabra “cholo” ha servido como instrumento de marginación e infravaloración contra los que son clasificados de esta manera. Este término tan “oprobioso”, se reproduce, incluso, en nuestra cotidianidad más próxima: en la escuela, en el trabajo, en distintos eventos sociales, por lo que cabe preguntarse, ¿quién es el cholo? Históricamente, “cholo” es aquel que proviene de una madre india y un padre mestizo o viceversa; no obstante, esta clasificación termina siendo burda o inútil, puesto que la pura sangre ya no es aquello de lo cual podamos referirnos con exactitud, sobre todo, en un mundo tan interconectado, por lo que, según parece, este sentido queda descartado en el uso colectivo; en definitiva, coloquialmente se denomina “cholo” a aquella persona que coincide con el arquetipo peyorativo de una persona andina u oriunda de la sierra: asocia aspectos físicos y culturales, como el color de piel y las prácticas cotidianas. A mi parecer, es ridículo emplear dicho término bajo ese sentido, ya que, en primer lugar, el Perú es un país con rasgos “andinos” en su mayoría, por lo cual discriminar a una persona de esta manera implica discriminar al Perú como tal; en efecto, si realmente se quisiera hablar del verdadero Perú, lo primero que se tendría que conceder es que los auténticos peruanos están poco o nada alineados con el ideal de perfección occidental: piel blanca, cultura industrial, etc. En segundo lugar, las características físicas y/o culturales de los que se denominan “cholos” no coinciden necesariamente con el lugar en el que nacen, puesto que, como bien mencioné antes, el Perú es un país con rasgos “andinos”. Finalmente, y tal vez lo más importante, todos tenemos “algo” de “cholo”, porque el término no solo se traduce como mera designación física, sino que comprende aspectos culturales, sociales, lingüísticos, etc. Por lo tanto, no es, sino por simple irreflexión y ligereza que se apela al término “cholo” para sojuzgar la dignidad de una persona en el Perú. En relación al patriotismo, mientras que no se asuma esta verdad, aunque cueste hacerlo, se seguirán reproduciendo ideologías despectivas contra los distintos grupos humanos del país que encajen con el burdo arquetipo del “cholo” y esto, a su vez, repercutirá en el verdadero patriotismo que todos deberíamos vitorear, ya que, si el “cholo” es el antagonista de nuestro ideal de perfección, ninguno de nosotros querrá ser llamado “cholo” y menos identificarse con una tierra donde estos abundan, con la patria; si tal fuera el caso, poco o ningún sentido tendrá hablar de patriotismo.
¡Amemos nuestra patria! No es una exhortación propiamente, es un imperativo categórico para todo aquel que sea digno de ser llamado peruano. Dejémonos, pues, de vernos bajo el hombro, como si realmente no fuéramos todos peruanos, ya que, incluso en una tierra de “cholos”, todos tenemos algo en común: la patria. Nuestras diferencias son un hecho, pero nuestra igualdad es una conquista social sobre la cual todos estamos obligados a incidir positivamente.
Gabriel Trinidad
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