Acabar más pronto
- Bitágora
- 12 jul 2020
- 3 Min. de lectura
La auto culminación de la existencia supone una problemática que supera las suposiciones o el entendimiento acumulado. El problema nunca es el mismo, pero la problemática sí lo es.

¿Conocen este chiste? Dos señoras de edad están en un hotel de Alta Montaña y dice una: “¡Vaya!, aquí la comida es realmente terrible”, y contesta la otra: “Sí, y además las raciones son tan pequeñas”. Básicamente así es cómo me parece la vida: llena de soledad, miseria, sufrimiento y tristeza; sin embargo, se acaba demasiado de prisa. De esta manera da inicio Woody Allen a Annie Hall, una de sus tantas producciones. Pero no cito esta entrada para tratar acerca de la película, sino, más bien, a la misma cita en sí. Se habla acerca de la existencia como el lapso entre nacer y morir con la naturalidad del caso, mas no se habla mucho de la culminación del lapso de manera premeditada y consciente.
La auto culminación de la existencia supone una problemática que supera las suposiciones o el entendimiento acumulado. El problema nunca es el mismo, pero la problemática sí lo es. Los estudios de diversos centros de salud mental sugieren variables indefinidas, conceptos difusos y síntomas que, en la mayoría de los casos, no se presentan. Este es, como mencionaba Camus, el único problema serio de la filosofía: el suicidio.
Camus, que de seguro es el más recurrente en este tema de conversación, en El Mito de Sísifo -ensayo-, establece su llana aversión al suicidio desde un punto de vista certero. La vida, para Camus, tiene, a pesar de sus miserias, la amabilidad de ser vivida y cada hombre, desde luego, la capacidad de vivirla y disfrutar de ella; es decir, la vida nos ofrece la oportunidad de ser, disfrutar y continuar aquí, a pesar de la realidad y franqueza de su absurdo; aunque, para Ribeyro, menciono de paso, la vida, más que un absurdo, resulta un incongruente. A propósito de Ribeyro, siempre me complace presentar una cita y por qué no ahora que esta cita representa una visión desde los apartados: Ribeyro nos cuenta que “Al lado del carril de la vida, por donde todos andamos, hay una vía paralela que eligen solo los iluminados. Vía expresa, no se detiene en ninguna estación ni se deja tentar por las delicias del paisaje. Ella lleva directamente a su término y en el plazo más corto, pues el tiempo que la gobierna no es el que figura en nuestros relojes. ¿Quién no se ha visto alguna vez tentado de seguirla? He conocido héroes precoces, drogados inclementes, que desdeñaron la senda ordinaria, por su prisa de llegar, centellando, a la muerte”.
Recuerdo cuando en una conversación de Marco Aurelio Denegri y César Hildebrandt saltó el tema; a propósito de la autodestrucción del hombre, Hildebrandt dicta que, si consideramos la auto destrucción del ser humano un destino inflexible, la otra alternativa es el suicidio. A la conversación se suman citas como las de Bradbury “Todas las mañanas –dice Bradbury– salto de la cama y piso una mina. / La mina soy yo. / Después de la explosión, me paso el resto del día juntando los pedazos. / Ahora les toca a ustedes. ¡Salten!” o la de Sartre “Quizás podamos curarnos de una neurosis, pero de lo que no podemos curarnos es de nosotros mismos” y por supuesto, también, la de Cioran que luego de una pregunta en una entrevista sobre por qué no ha resuelto aún acabar con su vida, aunque considera a esta como un camino lleno de obstáculos y siempre la haya visto con un pesimismo sublime, a lo que Cioran contestó: “La vida no es opcional, es un mandato, y yo soy como todos, quiero vivir y voy al metro”. Todas estas citas, cada una en su respectivo lugar, sobreentienden que el suicidio sugiere un cierto entendimiento de la vida, un entendimiento que no ve luces, tal vez uno tan resquebrajado que mantiene la idea de vivir en un plano inferior, en el plano de las insignificancias. Ahora, luego de todas las requeridas menciones, la pregunta final toma este rumbo: ¿el suicidio es o no necesario?
“Mi misión es matar el tiempo y la del tiempo es matarme a mí, ¡qué cómodo se encuentra uno entre asesinos!”
Émile Cioran
El otro
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